17. Metallica

23 4 0
                                    

—¡Qué bajes el volumen! —chilló mi madre cuando empezó a sonar la segunda canción de Metallica.

Papá suele poner la música a tope en el coche, sobre todo grupos de rock. En nuestra casa no se escucha ese tipo de música por el simple hecho de que gritan demasiado y hacen mucho ruido.

Nos dirigíamos a la huerta de un amigo suyo, donde hoy se celebraba una reunión de su grupo de amigos.

—Si son tus amigos, ¿por qué tenemos que venir nosotras? ¡Son tus amigos, no los nuestros!

—Lo que pasa es que todos mis amigos tienen pareja y algunos tienen hijos. Me gustaría que conocierais a la tropa. Además, hay gente de vuestra edad —dijo Manolo, girándose hacia Carla y a mí.

Mi hermana estaba muy emocionada, pero yo estaba muy nerviosa. No sabía si la gente de mi edad era de mi clase o de otros institutos. Si mi hermana ya es revoltosa sola, no sabía cómo sería con alguien de su edad. Y otra cosa que me preocupaba bastante eran los amigos de él. ¿Cómo serán?

Me sorprendí cuando llegamos. Era un chalé, una casa enorme. También tenía un jardín tan grande como un campo de fútbol o dos. El amigo del marido de mi madre tenía muchos perros y también muchos gatos.

—¡Irene! ¡No toques ese gato! Tú tampoco, Carla.

—Pero es mono.

—Da igual que sea mono. ¿Y si tiene alguna enfermedad?

—Déjalas, mi amigo les hace a los animales muchas revisiones. Y te juro que no tienen enfermedades.

Sin decir nada más, llamamos a la puerta. Desde fuera se oía mucho jaleo. Risas, gritos, ¿una guitarra eléctrica? ¿Eran guitarristas? ¿Dónde nos habíamos metido?

—Muy buenas, Manolo —un señor nos abrió la puerta—. ¿Es la nueva familia? Qué guay.

Nada más entrar por la puerta vi a Vega, una compañera de mi clase.

—¿Qué hace ella aquí? ¿Es la hija de Manolo? —No sé cuántas personas dijeron que sí. Entonces se acercó y me dijo lo siguiente—: Hoy me han obligado a venir aquí porque una chica guay vendría. No me toques las narices, que quiero pasarlo bien hoy. Espero que no tengamos que volver a coincidir por culpa de nuestros padres —rechistó enfadada.

El que tocaba la guitarra antes de que entráramos era Pedro, el tío de Vega. Él tiene dos hijas gemelas: Paula y Laura. Después de presentarse, siguió tocando la guitarra. Una señora, creo que es su mujer, vio cómo me quedaba mirándolo y se acercó a mí.

—Tiene cáncer. Aprendió a tocarla hace 3 años. Lo hace para no pensar en el dolor. —Volví a mirar a Pedro. Sentía algo de lástima por él—. Los médicos no saben cuánto tiempo le queda. No quiero que Laura y Paula vean a su padre morir, aún son muy jóvenes. —Llegado el punto en el que la mujer tenía los ojos llorosos, sin motivo alguno le abracé—. Gracias por entenderme —me susurró con sus brazos entrelazados con los míos.

Al mediodía, Antonio, un amigo de Manolo y el dueño de la casa, montó unas mesas fuera para poder comer todos juntos sin estar apretados dentro.

Comimos paella.

—Este plato no es pa' ti, es pa' ella. Por eso se llama paella —se rió Fernando, otro de los (muchos) amigos idiotas de mi padre. Admito que fue un poco gracioso.

Estuvimos toda la comida hablando de Metallica, el grupo que tanto le gusta a los amigos de mi padre. No sé qué pinto yo aquí, ya que a mí no me gusta el rock.

Durante el resto de la tarde, Pedro siguió tocando la guitarra eléctrica. Para qué mentir, solo tocó canciones de Metallica como buen obsesionado. Daba pena saber que iba a ser de las últimas veces que iba a tocar la guitarra.

Cuando llegamos a casa esa noche, me duché, cené y llamé a Alexa.

—¡He conocido a los amigos de mi padrastro! O padre, depende de cómo lo mires. Gastan muchas bromas. Había algunas que daban gracia, pero había otras que no.

—¿Y tienen hijos?

—La hija de uno es Vega.

—¿En serio? —preguntó Alexa con sorpresa.

—Te lo juro. Me dijo que ese día la obligaron a venir a la comida de los amigos porque lo suelen hacer cuando alguien consigue pareja o hijos o algo así. También me dijo que si no hay algo importante no aparecerá por ahí. Por mí, mejor, así no tendré que aguantarla.

—¿Los adultos qué tal?

—Todos son rockeros. Uno tiene cáncer y no sabe cuánto le queda. Toca muy bien la guitarra. Te juro que odio el rock, pero, ¿y si me hace cambiar de opinión? No quiero cambiar, me da miedo.

—Que no te dé miedo el cambio, tal vez descubras algo nuevo o algo que no imaginabas antes —cuando me dijo eso, empecé a pensar en todas aquellas veces que probé algo nuevo y me gustó: la música, los libros, cuando probé la tortilla de patata con cebolla por primera vez, cuando vi aquella serie, cuando pedí mi primera tarta de cumpleaños con 9 años—. ¿En qué estás pensando? Llevas así empanada un buen rato.

—Simplemente le estaba dando vueltas a lo que me has dicho. Me abres los ojos. Me haces ver cosas que no sabía ver antes. No sé cómo agradecerte lo que haces por mí.

—Solo con que me des las gracias me vale.

—¡Gracias!

Los padres de Alexa la llamaron para cenar o hacer no sé qué y yo me puse a leer (ya es una costumbre para mí).

En una semana leí 3 de 17 libros. Me parece demasiado.

Yendo a la cama (por petición de mi madre), Manolo se acercó a mí y procedimos a hablar de cualquier cosa.

—¿Estabas leyendo? —Asentí—. ¿Te están gustando esos libros?

—Sí. En una semana me he leído 3 de los 17 libros. Por una parte me da pena porque no quiero que os gastéis el dinero en libros para mí.

—No te preocupes. El dinero en abundancia no sirve de nada si no lo usas —me dijo mientras me metía en la cama.

Creo que nos espera un buen verano con mascarillas, COVID-19 (va en aumento), viendo a sus amigos, leyendo y yendo a la piscina con mucha vergüenza y complejos. ¿Sobreviviré?

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora