48. Consecuencias

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Cuando dicen que hay que pagar las consecuencias de tus actos, se refieren a que tú tienes que pagar por lo que haces, no el resto por ti. Nos han convocado a todo el curso en el gimnasio del colegio para hablar de lo sucedido el día anterior, incluso a las personas que no tenían nada que ver con la profesora, como por ejemplo Alexa y Ariel, que no hacían la optativa con ella.

Así que ahí estábamos, media hora antes del patio en el gimnasio por una cosa que poco más de la clase no tenía nada que ver. Además de nuestro tutor, también estaba el jefe de estudios, que fue el que empezó a hablar.

–A ver, chicos, ¿sabéis que lo que habéis hecho está mal? Sois unos pedazo de machistas. ¿Qué necesidad hay de meterse con una profesora que no os da clase ni nada? Ni siquiera os da una triste optativa. ¿Sois conscientes de la gravedad del asunto? Os tendríamos que expulsar una semana a todos vosotros, pero nos quedaríamos sin alumnos. Lo que hemos decidido es que os quedéis sin excursión de fin de curso.

–Pero hay gente que no ha hecho nada.

–Es verdad. ¿Qué pinto yo aquí? ¿Qué pintan ellas aquí? Adrián es uno de los pocos hombres que no ha dicho nada. ¿Por qué nos metéis en el mismo saco?

–Os metemos a todos aquí porque no solo han llamado puta a una profesora. El resto habláis en clase, muchas veces os dejáis el material en casa o no traéis los deberes.

–Vale, eso te lo acepto. Eso se suma al 90% de la gente. ¿Y el resto? Ese 10% se porta bien, trae todo lo que hace falta en clase y nunca falta.

–Es lo que tú has dicho, 90%. Eso ya es la mayoría. Quieras o no, en este caso se tiene que incluir a todos.

–Y al final, ¿todos sin excursión por esto?

–Hemos pensado que llamaremos a vuestros padres y expulsaremos cada semana a dos. Así tendréis vuestro merecido y habrá gente atendiendo en clase. Ya podéis ir al patio.

Cuando salimos del gimnasio, las quejas y la indignación eran evidentes. Algunos estaban realmente enfadados y otros solo resignados. Yo entendía el motivo de la sanción, pero no podía evitar sentir que estábamos pagando por algo que no habíamos hecho directamente. La falta de claridad en cómo se manejaron las consecuencias generaba malestar entre aquellos que no estaban involucrados en el incidente.

–¡Hombre! ¡La cagona ya ha llegado! –dijo Olivia al verme llegar.

–Pero pensaba que ya lo habíais olvidado –respondí.

–Admite que es verdad.

–No, no lo admitiré.

–¿Por?

–No es verdad.

–Por lo menos es gracioso.

–Sí, pero solo la primera vez. Después ya no porque se hace repetitiva esta broma.

–Pero no montes un drama, que solo te lo hemos dicho dos veces.

–Vale, pero no quiero que lo digáis más, que no me gusta.

–Vale, vale. Pero no te ofendas tanto, cagona.

A pesar del malestar general, las pequeñas bromas y quejas seguían circulando. La forma en que algunos compañeros manejaban la situación ayudaba a descomprimir la tensión, pero no cambiaba la realidad de lo que estaba ocurriendo. Nos enfrentábamos a un año con retos y presiones, y la falta de excursión era solo una de las consecuencias que tendríamos que aceptar mientras nos ajustábamos a las nuevas reglas impuestas.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora