54. Ya falta menos

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Eran los últimos ensayos de los bailes, que esa misma noche se presentarían a los familiares. Al día siguiente, se tenía que contar todo el dinero que habíamos ganado, ya que debíamos hacer el último pago en poco tiempo. El día 19 era la fecha límite y estábamos a 16.

En los ensayos, no me moví del sitio y me quedé sentada en mitad del salón de actos. Simplemente no me apetecía bailar. Javier tampoco bailaba y siempre se sentaba a mi lado. A veces hablábamos de nuestras vidas y del bullying que ambos sufrimos de pequeños, él en su colegio y yo en el mío. A veces me ponía a cantar.

–Pero Irene, por favor.

–¿Qué?

–No cantes más –se rió–. Hará que llueva.

–A mí me gusta la lluvia.

–Ahora, fuera de bromas, cantas mejor que todos los de la clase juntos.

–Gracias –me ruboricé.

–Va en serio. Tú sí cantas, ellos solo gritan las canciones.

La excursión era del día 22 de mayo, un lunes, al 26 de ese mismo mes, un viernes. A esa excursión yo no iba. Era a Benidorm, en un hotel en la playa, y a mí no me gustaba ese plan. Opté por quedarme en lugar de ir y estar incómoda. Si con mi familia me encuentro mal de vacaciones, no me quiero imaginar con esa gente de mi clase, aunque ya hacía tiempo que no me trataban mal.

Las camisetas de nuestro curso llegaron ese mismo día. Eran de color rosa fosforito. En el frente estaba nuestro año de nacimiento en grande: 2007. También estaban indicados el año en que entramos en el colegio y el año en que salimos: 2010-2023. Detrás estaban todos los nombres de los quintos, todo en letras negras.

Como era de suponer, todos los que iban a la excursión estuvieron eufóricos los días antes y después del viaje. Lo malo era que se comieron todos los exámenes nada más volver.

Por lo que me contó Alexa, Álvaro tenía que plantarse en el hotel al que iban para verla. Se lo prometió, pero nunca cumplió la promesa. Últimamente peleaban mucho, hasta el punto de romper nada más volver a casa después del viaje.

Acabamos el mes con exámenes y con estrés. Trabajos por aquí, trabajos por allá. Pensaba que en plástica no haríamos nada del otro mundo. Primero hicimos una cosa con pegamento.

–Irene, déjame el pegamento, que se me ha acabado –me ordenó Noa.

No le quise dejar por dos razones. La primera era porque me quedaba poco y tenía muchos trabajos más por delante, y no quería tener que comprar otra barra a estas alturas del curso. La segunda razón era que me hizo bullying durante años y no tuvo narices de pedirme ni un simple "lo siento".

–No –le respondí con amabilidad.

–Pero no me queda.

–No, no.

Lo raro fue que no le pidió a nadie más eso que necesitaba. Por supuesto, acabé siendo yo la mala.

Al bajar al patio y pasar por delante de su grupo, empezaron a hablar mal de mí, y lo supe muy rápido.

–Mirad, hablando del rey de Roma...

Me fui nada más escuchar eso. Ignorarlo fue lo mejor que hice, porque no volví a escuchar eso.

Después de esos días de plástica, en los que estábamos haciendo piruetas, llegó la hora de la verdad.

–Acabamos de empezar el mes y ya no hay nada para hacer que cuente para nota –comentó la profesora–. Lo que he pensado es pintar las vallas que hay alrededor del colegio. Ya soy vieja. Entonces pintaremos de colores las que están detrás del gimnasio del colegio y después haremos un dibujo relacionado con un deporte. Cada una tendrá que hacer un dibujo diferente.

Entonces yo elegí un dibujo de un señor levantando una pesa.

Nos quedaba solo el mes de junio. Un triste mes. Puede parecer mucho, pero a nosotros nos parece poco. Era nuestro último curso y lo teníamos a tope de exámenes y trabajos finales. Claro, eran los más fáciles para mí comparados con los otros de la ESO, pero eran muchos más.

Mi querida amiga Alexa [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora