CAPÍTULO 18

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Jueves 14 de noviembre

He tenido un recordatorio oportuno de la insensatez que supone dejarse llevar por un par de ojos hermosos. Elizabeth envió una nota a su madre esta mañana, pidiéndole que venga y que juzgue ella misma el estado de salud de Miss Bennet. Después de quedarse por un rato con su hija enferma, la señora Bennet y sus dos hijas menores, quienes la acompañaban, aceptaron la invitación a unirse al resto de nuestro grupo en el salón de desayuno.
"Espero que Miss Bennet no esté tan mal como Usted esperaba", dijo Bingley.

Él ha estado trastornado por todo este asunto, y nada lo confortaba si no dar continuas instrucciones al mayordomo, con la intención de mejorar el bienestar de Miss Bennet.
"En realidad sí, Señor", dijo la señora Bennet. "Está demasiado enferma para ser trasladada. Mr Jones me dijo que no deberíamos pensar en moverla. Deberemos abusar de su amabilidad un poco más".

"¡Moverla!" protestó Bingley. "Ni pensarlo." Caroline no parecía complacida con este comentario. Creo que la presencia de una inválida en la casa está comenzando a molestarle. Ha pasado muy poco tiempo con su invitada, y si Elizabeth no hubiera venido, su hermana habría pasado mucho tiempo sola en una casa de extraños.

Caroline contestó con suficiente civilidad, sin embargo, diciendo que Miss Bennet recibiría todas las atenciones.

La señora Bennet nos recalcó a todos cuán enferma estaba su hija, y luego, mirando alrededor, remarcó que Bingley habia escogido bien al rentar Netherfield.

"No pensará Usted dejarlo pronto, espero, aunque tenga un contrato de alquiler corto",dijo.

"Lo que sea que haga, lo haré en forma rápida", dijo él.
Esto condujo a una discusión sobre personalidades, de lo que Elizabeth confesó ser una estudiosa.

"Por lo general, el campo le puede aportar sólo pocos objetos de observación para tal estudio", le dije.
"Pero la gente cambia tanto que allí hay algo nuevo para observarles por siempre", contestó.

Hablar con Elizabeth es como hablar con nadie más. No es una actividad habitual; más aún es un ejercicio estimulante para la mente.

"Si, de hecho", dijo la señora Bennet, llamándonos la atención. "Le aseguro que hay tanto de ello en el campo como en la ciudad. Por mi parte no puedo ver que Londres tenga una gran ventaja sobre el campo, excepto por los negocios y lugares públicos. El campo es muy placentero, ¿no es asi, Mr Bingley?"Bingley, tan sencillo como siempre, dijo que era igualmente feliz en ambos.

"Eso es porque usted tiene buena disposición. Pero este caballero", dijo ella, mirándome, "parece pensar que el campo no es nada".

Elizabeth tuvo la bondad de ruborizarse y decirle a su madre que estaba equivocada, pero me hizo recordar enérgicamente el hecho de que no hay ruborizaciones, por placenteras que sean, que superen la desventaja de tener esa madre. La señora Bennet siguió peor y peor, elevando las formas de Sir William Lucas, y haciendo
marcadas referencias a "personas que se sienten muy importantes y nunca abren la boca" por lo que, supongo, se refería a mí.

Lo peor estaba por venir. La muchacha menor avanzó y le pidió a Bingley por un baile. Tiene tan buen humor que rápidamente accedió, luego de lo cual la señora Bennet y sus dos hijas menores se fueron. Elizabeth volvió a la habitación de su hermana enferma. Caroline no tuvo piedad una vez que se fue. "¡Han cenado con veinticuatro familias!" dijo. "¡No sé cómo hice para no reírme! Y esa pobre mujer piensa que eso es una sociedad variada".
"Nunca oí nada más ridículo en toda mi vida" dijo Louisa.

"O vulgar", dijo Caroline. "Y la muchacha menor! Rogando por un baile. No puedo creer que la hayas alentado, Charles".
"Pero disfruto de dar bailes", protestó Bingley.

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