CAPÍTULO 15

460 39 5
                                    

-NOVIEMBRE-

Lunes 4 de noviembre

Otra reunión social. Fue inevitable, pero no me encontré tan mal predispuesto para las salidas como estaba antes. Prove en un cambio para nuestro círculo íntimo usual. La reunión de esta noche fué en la casa de Sir William Lucas. "Prepárese para recibir reverencias cada diez minutos", dijo Caroline, cuando entrábamos en la casa.
"Cada cinco minutos", dijo Louisa.

"Sir William es una persona muy agradable", dijo Bingley.

"Querido Charles, tú pensarías que cualquiera es agradable si te permiten coquetear con Miss Bennet en una de sus reuniones", dije.
"Ella es un ángel", dijo Bingley, de ninguna manera turbado. Él pronto encontró a Miss Bennet. Mr Hurst bailó con Caroline, y Louisa entró en conversación con Lady Lucas.

Noté que Miss Elizabeth Bennet estaba alli, hablando con el coronel Forster. Sin saber lo que hacía me acerqué, y no pude evitar oír su conversación. Había algo en su actitud que la hacía juguetona, y cuando ella se vuelve traviesa hay un cierto brillo en sus ojos. Lo observé, como observé el color de animación que agregaba belleza a sus mejillas. Su cutis es saludable y su piel es ligeramente bronceada. Tal vez no es tan elegante como la palidez de Caroline, pero es igual de placentera.

Ella pronto dejó la compañía del coronel Forster y buscó a la señorita Lucas. Las dos parecen ser amigas. Iba a hablarle, sintiendo el impulso de ver esa chispa de nuevo en sus ojos, cuando la dama misma desafió.

"¿No piensa Usted, Mr Darcy, que me expresé inusualmente bien, cuando insistía al coronel Forster para que ofreciera un baile en Meryton?".
"Con gran energia", contesté, sorprendido, pero no decepcionado, de que me hablara.

"Pero es un tema que siempre hace enérgicas a las mujeres", agregué.
"Usted es severo con nosotras".Ésto lo dijo con una mirada tan picara que me vi obligado a sonreír. Su actitud no iría en Londres, pero es algo que remarcar en el campo. Uno necesita variedad, después de todo.

"Ahora será su turno para que nos burlemos de ella", dijo Miss Lucas, mirándome. "
Voy a abrir el instrumento, Eliza, Y tú sabes lo que sigue". Ella se resistió al principio, diciendo que no quería tocar frente a quienes tenían por costumbre oir a los mejores músicos, pero Miss Lucas le insistió hasta que fue.

Su interpretación fue sorprendentemente buena. No por las notas, creo que muchas de ellas estuvieron erradas. Pero había una dulzura en su tono que agradó mucho a mis oidos. Estaba comenzando a acercarme a ella, de hecho iba a intentar continuar nuestra conversación, cuando ella dejó el pianoforte y por alguna razón -afortunada o desafortunada, no lo sé bien- su hermana menor tomó su lugar. La sonrisa se congeló en mi cara. Nunca había oído una interpretación más desastrosa en mi vida, y no podía creer que Miss Mary Bennet exhibiera su falta de talento ante tanta gente. Si hubiera tenido que escucharla un minuto más creo que se lo hubiera dicho.

Las cosas se volvieron peores cuando las dos muchachas menores fueron a bailar con algunos oficiales. Su madre las miraba, todo sonrisas, y las jóvenes coqueteaban con cada oficial en turno. ¿Cuántos años tiene? No parece tener más de quince. Debería estar en un salón de clases, no en público donde podría causar una desgracia a ella y a su familia. Su comportamiento disipó cualquier sentimiento tibio que pudiera tener hacia Miss Elizabeth Bennet, y no volvería a hablarle de nuevo.

"¡Qué encantadora diversión es ésta para los jóvenes, Mr Darcy!" dijo Sir William Lucas, acercándose a mi lado. "No hay nada como bailar, después de todo. Considero que es uno de los refinamientos de las sociedades refinadas".

"Cierto, señor", repliqué, y mi mirada se detuvo en Miss Lydia Bennet quien estaba bailando sin el más mínimo decoro, "y tiene la ventaja de estar de moda entre las sociedades menos refinadas del mundo. Todos los salvajes bailan".

Sir William sólo sonrió, y me atormentó con una larga conversación acerca de los bailes, preguntándome si yo bailaba en St James. Contesté con suficiente cortesía, pero creo que si mencionaba a St James una vez más, estaría tentado de estrangularlo con su propia corbata. Mientras paseaba mi mirada por el salón, vi a Miss Elizabeth Bennet acercándose. A pesar de las deficiencias de sus hermanas, me llegó nuevamente la gracia de sus movimientos, y pensé que, si había una persona que me gustaría ver bailar en el salón, era ella.

"Mi querida Miss Eliza, ¿por qué no estás bailando?" preguntó Sir William, como si leyera mis pensamientos. "Mr Darcy, debe permitirme presentarle a esta joven como una pareja muy deseable. No puede negarse a bailar, cuando tanta belleza está delante suyo".

Él tomó su mano, y me sorprendió casi dándomela. No había pensado bailar yo mismo con ella, sólo había pensado verla bailar, pero habría tomado su mano si ella no la hubiera retirado,
"De hecho, señor, no tengo la menor intención de bailar. Le pido a Usted que no suponga que me he acercado para buscar pareja", dijo.

Me encontré con que no quería finalizar ese trato"¿Me hará el honor de su mano?" pregunté, interesado más que nada en su negativa a bailar conmigo.
Pero ella se negó de nuevo.

Sir William intentó persuadirla. "Aunque al caballero no le agrade esta diversión en general, él no tendrá objeción, estoy seguro, a complacernos durante media hora". Una sonrisa cruzó sus ojos, y volviéndose a mí, dijo:

"Mr Darcy es toda cortesía". Fue una sonrisa desafiante, no había duda. Aunque dijo que era todo cortesía, quiso decir lo contrario. Sentí que el deseo de bailar con ella crecía. Ella se había vuelto mi adversaria, y sentí adentro mío un instinto de estar a su altura.

¿Por qué me rechazó? ¿Porque me había oído diciendo que no era lo suficiente guapa para tentarme en el baile de Meryton? ¡Claro! Me encontré a mí mismo admirando su espíritu. Mis diez mil libras al año eran nada comparadas con su deseo de vengarse de mí. La vi alejarse de mí, notando la ligereza de su paso y la elegancia de su figura, y tratando de recordar la última vez que me había sentido tan complacido.

"Puedo adivinar el objeto de sus pensamientos" dijo Caroline, acercándose a mi lado.
"No creo que lo imagine", dije.

"Usted está pensando lo insoportable que sería pasar las veladas de esta forma, en una sociedad como ésta, y créame que opino lo mismo. !Nunca estuve más irritada! ¡Son insípidos y aún así son ruidosos; son insignificantes pero se dan mucha importancia! ¡Me gustaría saber su opinión de ellos!"

"Su conjetura está totalmente equivocada, se lo aseguro. Mi pensamiento iba a cosas más agradables. Estaba meditando en el gran placer que otorgan un par de hermosos ojos en la cara de una bella mujer".

Caroline sonrió.
"¿Y cuál de las damas tiene el crédito de inspirarle tales reflexiones? preguntó, volviéndose a mí.
"Miss Elizabeth Bennet", respondi, mientras la miraba cruzar el salón.

"¡Miss Elizabeth Bennet!" exclamó ella. "Estoy asombrada. ¿Desde cuando es su favorita?Y por favor digame ¿cuándo debo darle la enhorabuena?".
"Esa es exactamente la pregunta que esperaba que hiciera" le dije. "La imaginación de una dama es muy rápida, salta de admiración al amor, del amor al matrimonio, en un momento. Ya sabía que deseaba darme la enhorabuena"..

"Nada de eso, si es Usted serio en esto, consideraré el asunto totalmente sellado. Tendrá una suegra encantadora, de hecho, y por supuesto estará siempre en Pemberley con ustedes".

La dejé hablar. Me es totalmente indiferente lo que diga. Si deseo admirar a Miss Elizabeth Bennet, lo haré, y nada de lo que Caroline diga sobre ojos hermosos y suegras me lo impedirá.

El diario de Mr. Darcy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora