𝐪𝐮𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐦𝐢́

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𝒒𝒖𝒆́ 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒎𝒊́, 𝒔𝒊 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒕𝒆 𝒅𝒊 

Las horas habían pasado y Solana ahora estaba sentada en el living mirando una película intentando distraerse de ese notorio dolor que cada vez se hacía más grande en su pecho. Enzo no había bajado y parecía que ella todavía no había sentido el suficiente rechazo de su parte, faltaba un poco más para que terminará implosionarle el corazón en mil pedazos y marcar para siempre esa herida punzante de su pecho.

Sin pensarlo dos veces preparó algo ligero para que comiera y lo puso en una bandeja, estaba dispuesta a sanar ella a los dos para que al menos él le hablará.

—Enzo, permiso te traje...—Cuando iba a abrir la puerta se dio cuenta que no había nadie ahí y Enzo no estaba— ¿Enzo?—Frunció el ceño mirando a su alrededor y se dio cuenta que la puerta del baño estaba entreabierta. Sin titubear dejó la bandeja encima de la cama y se metió sin preguntar, jamás pensó que fuera a verse reflejada en un espejo de agua cristalina como lo estaba viendo ahora.

Por un segundo pensó que era todo un mal sueño, una de esas pesadillas de advertencia que te da la vida para que detengas tus malos hábitos, pero era real. Lo que alguna vez le destrozó la vida ahora era el principio del final para él.

—Enzo... ¡Enzo!—Ignorando lo que había visto le palmeó la mejilla a Enzo que tenía los ojos cerrados y estaba recostado en la tina llena de agua— ¡Despertate, pelotudo!

La cachetada fue tan fuerte que Enzo despertó de golpe respirando todo el aire que pudo— ¿Qué haces? ¿Por qué entraste?

—Enzo, ¿qué mierda es esto?

Ella señaló lo que había encima de la tapa del inodoro y las cejas de Enzo se juntaron haciendo una mueca, le estaba tomando el pelo. Cuando la risa del morocho inundo el baño la primera lágrima de Solana rodó por su mejilla.

—A mí no me vengas a hacer un teatro hipócrita Solana, déjame solo querés—Él volvió a recostarse mientras sacaba otra pastilla de un blíster y la morocha por fin tomo el valor suficiente. De un golpe había tirado lo que había en el inodoro y Enzo apretó la mandíbula girando su cabeza para ver la pared, intentando calmarse del dolor de cabeza que sentía cada vez que ella se le acercaba—, es la última vez que te lo pido ¡ándate y déjame tranquilo!

— ¿Te parece que esto es estar tranquilo? ¿Vos tenés una idea de adictivo que es esto?

Solana estaba irritada, escandalizada y a punto de pegarle un sopapo a Enzo por lo que había visto. No podía creer que alguien con una hija tan hermosa y una familia preciosa como Enzo tuviera la necesidad de hacer tremendas boludeces, y eso la frustraba.

— ¿A y vos sí, no? Vos sos la experta en drogas, suicidio y sobredosis ¿no Solana?

—Sí Enzo, por eso te lo estoy diciendo—Lejos de ofenderse por los comentarios que él estaba diciendo para provocarla, le dio la razón porque sabía que no importará que tanto le doliera lo que Enzo dijera, quería enseñarle lo malo del mundo de los ansiolíticos que se metía por la nariz.

—Déjate de joder, ¿querés? No te hagas la cristiana rehabilitada que te vi hoy—Ella no pudo responder y en su lugar se limpió las lágrimas—, se te cayó la pastilla de la tira del corpiño. Tengo que reconocer que sabes esconder las drogas, en algo sos buena.

— ¡Bueno, basta! ¡Estoy cansada de que me trates mal! ¡De que me hables así! ¡¿Qué-qué te hice?!—Los gritos de Solana hicieron que Enzo sintiera un dolor de cabeza instantáneo. El efecto de las pastillas estaba pasándose y lentamente le caía la cruda encima.

SATURNO // TERMINADA (enzo fernández)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora