Capítulo 31: Aceptación

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¿Complaciente? Absolutamente soy yo.

23 de Marzo de 2022 9:13 am, Ciudad de México.

Franco Ferrara.

Ana María refunfuñaba entre dientes, pronunciando quejas inaudibles y haciendo muecas mientras preparaba una de sus recetas frecuentes del que ella llamaba su libro de sabiduría culinaria y también era uno de los favoritos de su hija. Desde que abandonaron su casa tras su discusión, la mujer se rehusó a llamarle o a tener algún contacto con Aysel, pero Franco sabía que pensaba en ella más de lo que deseaba.

Sus platos favoritos tenían el patrón de siempre ser aquellos en una página par y Ana María no había prestado atención a las páginas impares en los últimos días, de vez en cuando la descubría mirando las fotos familiares en la pared o los reconocimientos de su hija guardados en los cajones de su biblioteca privada.

—Deberías de llamarla en lugar de preocuparte por ella y luego negarte a aceptarlo —comentó del otro lado del cuarto ayudándole a preparar la salsa de la pasta.

—No sé de qué hablas —huyó del tema como solía hacerlo cada vez que algo le molestaba.

—De tu hija, a menos que hayas estado molesta por otra cosa en las últimas semanas —dijo en respuesta.

Ana María suspiró profundamente y las palabras emergieron de su interior, desgarrando su garganta por el coraje que le generaba la decisión de Aysel, aunque fuese una vida diferente y una persona diferente, su situación era parecida a la de ella cuando su matrimonio se derrumbó después de tres décadas.

—No es posible que tenga a Lilith cerca cuando ella la traicionó durante su luna de miel, ni siquiera fue un tiempo considerable después de haberse casado, ni siquiera habían pasado dos semanas —se escandalizó preparando la comida de forma agresiva—. Ella fue la primera en oponerse a que sintiera pena por mi divorcio y ahora va en contra de sus propios ideales, ¿te suena lógico?

Ana María volteó a mirar a su prometido con una expresión exaltada, a pesar de estar concentrada en su arte culinario, su mente vagaba en sus pensamientos y juicios. Franco suspiró, terminó de preparar la salsa y se recargó sobre el borde de la isla de la cocina con los brazos cruzados.

—Aysel me contó una historia ayer cuando la llamé para preguntarle cómo se sentía después del accidente automovilístico del que ni siquiera preguntaste y de su embarazo del que apenas nos enteramos todos —comenzó a relatar Franco—. Dijo que se sentía arrepentida de no haberte entendido en el momento en que te divorciaste de Leonardo y lo apegada qué estabas a él después de décadas de matrimonio. No conocía ese sentimiento en ese momento, el de tener a la persona que te hizo daño y que amas delante y no saber qué hacer porque tu mente dice que debes alejarte, pero tu alma pide algo completamente diferente. ¿Recuerdas lo que le dijiste en ese momento?

—Que era difícil odiar a la persona que amé tanto tiempo —respondió con la mirada baja, ocultando su sonrisa decaída y la pena en su mirar.

Franco avanzó desde su posición hasta la suya, entre la tintineante agua hirviendo en la estufa y la mezcla de especies en el ambiente. Su pecho se acopló a su espalda y sus brazos la envolvieron en un abrazo.

—Prometiste que siempre ibas a apoyar a tu hija y que nunca serías como Leonardo lo fue con ella, pero lo estás siendo, Mary, tan cruel en un momento en el que Aysel necesita desesperadamente a su madre como guía —susurró en un tono suave, airoso y cercano a su oído—. Una madre necesita de su hija también, necesita la juventud de su energía, la madurez de su crecimiento y la cercanía de su presencia. Estoy seguro de que esa pequeña va a necesitar a una abuela que la consienta siempre y la malcrié cuando sus madres intenten educarla.

RENESSANS | Segundo LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora