Capítulo 26: El Noveno Círculo del Infierno

771 72 44
                                    

El noveno círculo del infierno, según Dante, el destinado a los traidores. (2/4)

17 de Agosto de 2021 8:06 am Moscú Rusia.

Lilith Romanov.

El fuego consumió los acabados de maderas preciosas del suelo, paredes y techos casi por completo. El concreto pulido estaba manchado por las huellas del incendio que redujo la inmensa propiedad de la familia que llevaba décadas habitando, a escombros, cenizas y la ruina del antiguo esplendor. Ahora no había paredes que dividieran las estancias, ni cuadros imponentes decorando los pasillos, todo estaba vació y humeante.

Frente a la obra de la destrucción, una mujer delgada, de pelo rubio, liso, de tez pálida y con semblante inexpresivo, admiraba el escenario, protegiéndose del clima con un abrigo claro que costaba incluso más de lo que costarían las reparaciones.

Romanov se acercó lentamente a ella, tras cruzar las cintas de la policía que prohibían el paso a personas que no fueran parte de la familia. No esperó que su madre reconociera sus pasos sin voltear a verla ni un segundo.

(Conversación en ruso)

No te llamamos.

Lo sé. Vine por mi cuenta —contestó cautelosamente.

¿A qué? —preguntó a la ofensiva—. ¿A humillarnos más de lo que hiciste la última vez?

Estaba preocupada por ustedes —contestó con la mirada baja.

No te preocupes, entre esta miseria y la que nos has causado tú como nuestra única hija, esta es mil veces preferible —pasó a su lado sin desviarse de la línea recta que seguía hasta su auto, sin importarle en lo absoluto chocar con su hija golpeándole el hombro.

Romanov la siguió con la mirada hasta que atravesó las cintas y el chofer de su auto le abrió la puerta para que subiera. Liubov se dio la vuelta para hacer contacto visual con su hija.

Regresa con esa mujer, Lilith —alzó la voz para que la escuchara—. Ahora es tu única familia.

.

El cuarto de hospital era solitario y deprimente. Las enfermeras decían que no había recibido visitas desde que había ingresado tras el accidente, que lo había dejado inconscientes cuando una viga cayó sobre él cuándo protegió a su esposa. El informe médico hablaba de algunas fracturas internas y quemaduras en varias partes de su cuerpo que tardarían un tiempo en sanar.

Ferrara se unió a su prometida en la habitación del hospital cuando Lilith regreso de visitar las ruinas de su casa en busca de pistas que pudieran ayudarlas, pero no encontró absolutamente nada.

—¿Pasó algo? —preguntó Ferrara sobando su espalda.

—Vi a mi mamá —respondió—. Sigue molesta por nuestra última visita y cuando está molesta, es hiriente.

—Entiendo —pronunció Ferrara a punto de dar uno de sus puntos filosóficos que Lilith no quería escuchar—. No deberías de tomártelo tan a pecho, probablemente la presión tiene muy estresada a tu madre y tú no tendrías por qué tomar lo que dice en serio.

—No, no lo entiendes —respondió de forma tajante—. No entiendes lo que es el rechazo de tu propia familia, porque sigas tus pasiones, porque te aferras a lo que crees correcto y vivas en consecuencia de eso. No sabes lo que se siente que te abandonen continuamente.

Ferrara apartó su tacto de su esposa y le dio su espacio observando la manera en que se exasperó con tan solo una palabra.

—Tú tienes la fortuna de contar con el amor incondicional de aquellos que tienen tu sangre. ¡No finjas entender a quienes no contamos con ese estúpido privilegio!

RENESSANS | Segundo LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora