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A pesar de haber sido sometido a una auténtica y sangrienta tortura por parte de todos los guardias de la cárcel, Egon por ningún motivo borró la sonrisa mezquina y maliciosa de su rostro. Aquellos latigazos con fustas y bases de metal no eran para nada comparado a lo que él había sufrido en su infancia y, por lo tanto, para huir de aquel infierno, llegó a la salida de ser un criminal. Un criminal adiestrado por los mejores criminales del mundo. Su vista comenzaba a nublarse, pero su sonrisa se fortalecía a cada golpe. Y en medio de sus delirios, le llegó a la mente el último trabajo que realizó antes de ser apresado. El sitio donde se encontraba era oscuro, húmedo y fúnebre. Ni si quiera lograba recordar con claridad donde estaba y tampoco le interesaba. Su tarea era asesinar a la chica hermosa e indefensa que tenía frente a sus ojos. Su belleza era cautivadora que, a decir verdad, le dio algo de pena verla acurrucada en el sucio rincón, tratando sin éxito cubrir su desnudez.

—Cariño, no temas—le dijo en un susurro. La hermosa joven comenzó a temblar y ocultó su rostro entre la maraña de cabello rubio que le caía por encima de la frente—tienes que cooperar, muñeca. Tu destino está en mis manos ahora y lo sabes.

—Déjame ir. Te lo suplico—respondió ella con voz aguda y áspera, que apenas era audible. Él la había tenido ahí desde hacía dos días sin darle de comer ni de beber—eres un chico de mi edad. Ten compasión por mí, ¿Qué harías si a tu hermana le hicieran lo que me has hecho a mí?

—Es una buena forma de envolverme para que te deje escapar—siseó Egon y se acercó a ella con sigilo. Se arrodilló a escasos centímetros de donde se hallaba y le apartó el rubio y maltratado cabello de la cara.

—Entonces hazlo. Ten compasión, no seas un asesino y déjame escapar—le tembló la voz al cruzar la mirada con él. Los ojos de Egon ardían de deseo y ella desvió enseguida el contacto visual.

—Ese es el problema, cariño—respondió Egon, sonriendo con nostalgia fingida—yo soy un asesino serial y, por lo tanto, no puedo sentir ninguna emoción por mis víctimas. Aunque quiera sentir tristeza o compasión, mi cerebro me lo impide; así que ahora, vamos a jugar tú y yo, antes de concluir con mi labor de matarte, ¿está bien? —se inclinó a ella lo suficiente para rozarle la frente con los labios.

Regresó a la realidad cuando una mezcla de sangre y saliva salió disparada de su garganta hasta alojarse en su boca. Hasta en ese momento gritó y gimió de dolor, pero estaba de suerte: Su tortura había terminado. Hallándose sentado frente a alrededor de treinta guardias y policías, intentó levantarse de la silla, pero los grilletes de sus tobillos no se lo permitieron. Las gotas de sangre que de seguro había salido de otras partes de su cuerpo, se deslizaban por su rostro, impidiéndole tener mejor visión.

—Le daré diez azotes más—Egon alcanzó a escuchar la asquerosa y patética voz del idiota que siempre mencionaba su nombre en las bocinas, pero por el agotamiento no logró identificarle el rostro.

—Ya es suficiente, creo que nos hemos excedido. Está casi muerto—le oyó decir a alguien más y esbozó una tenue sonrisa que disimuló con una mueca de dolor—es un niño apenas. Mi hijo tiene treinta años y es mayor que él.

—Tu hijo no es un criminal experimentado como este bastardo—contradijo otro. A Egon le daba vueltas la cabeza.

— ¿Has visto como dejó a Lorenz? ¡Lo ha dejado moribundo y ni si quiera tiene movilidad en sus labios! —espetó con frialdad el sujeto que quería seguir azotándolo.

—Bueno, de igual manera Lorenz se la pasó molestándolo en todo el tiempo que Peitz lleva aquí e incluso yo le hubiera propinado tal paliza en cualquier oportunidad.

— ¿Por qué lo defiendes tanto, Gale? ¿Qué te traes con Peitz? —lo acusó una voz femenina que jamás había escuchado— ¿No has visto su expediente? Comenzó a ser un delincuente desde los trece años aproximadamente y a los quince ya había asesinado a treinta hombres y a dos mujeres. ¿Eso no te dice algo?

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora