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—Shelby, si pudiera entrar al baño de chicas lo haría—dijo Thomas con impaciencia—pero no puedo, los sujetos de las camionetas me miran con cara de pocos amigos.

—¡Estoy atascada! ¡Necesito tu ayuda! —gritó desde el interior del baño con voz áspera.

—Pero, ¿cómo te atascaste?

—Resbalé y caí justo dentro del asqueroso retrete. Ahora deja de hablar y ven a ayudarme.

—¿Al menos estás vestida? —preguntó, azorado.

—Obviamente. Ni si quiera he hecho mis necesidades—Thomas soltó una risilla—oh, claro, a mí no me hace gracia, ¿vendrás ayudarme sí o sí? —gruñó, molesta.

—Eh... sí...

—¿Qué haces aquí, Thomas? ¿Dónde está Shelby?

Shelby, adentro del baño, dio un respingo cuando escuchó de pronto la voz de Gabbe y entornó los ojos. «Por favor, que se vaya. Por favor, no dejes que entre a ayudarme», pensó ella con desesperación mientras se aferraba a las paredes para no atascarse más al retrete.

—Amm... nada, es que... bueno, ella está atascada en el inodoro y no puedo entrar a sacarla—le informó Thomas, mordiéndose la lengua para no echar a reír y Shelby deseó patearle la cara.

—¿Atascada? —interrogó Gabbe y enseguida rompió a reír.

—Maldito bastardo—masculló Shelby entre dientes.

—Tenemos que buscar a alguien que pueda entrar a ayudarla... —comenzó a decir Thomas.

—Tonterías. Está en aprietos y, por lo tanto, no disponemos de tiempo para buscar a una mujer que entre.

—¿Qué tienes en mente?

—Entrar—y Gabbe se abrió paso dentro del baño de mujeres a paso firme. Thomas le gritó que era mala idea y Shelby agrandó los ojos al oírlo entrar—¿Shelby? —escuchó su voz muy cerca de donde ella se hallaba—vamos retrasados, y Thomas me dijo que necesitas ayuda.

—Vete de aquí. Llama a Thomas.

—Él no se atreve entrar—dijo, situándose justamente en el inodoro donde ella estaba. Solo la puerta de plástico los separaba—abre, por favor. Vamos demasiado atrasados.

—Son cerca de las cinco de la tarde—gruñó.

—Bueno, a este paso que estamos aquí hablando en un baño inmundo sin querer apresurarnos, nos dará las diez de la noche.

—Escucha—aclaró Shelby—no quiero tu ayuda.

—Entonces apúrate, estaré afuera—dijo—me hiciste entrar a lo tonto, aunque te lo agradezco porque siempre había tenido la curiosidad de saber cómo era por dentro.

Escuchó sus pasos retirarse y ella comenzó a sentir que el agua del retrete le rozaba el trasero y chilló.

—¡Ayúdame! —gritó exaltada. Su trasero ya estaba mojado de aquella asquerosa agua. De pronto, sin verlo venir, la puerta que la dividía del pasillo de los baños, se abrió de golpe y vio los ojos azules de Gabbe mirarla con asombro. La había abierto de una patada.

—Ay, Dios—rio el chico y se lanzó a ella para sacarla del agujero del retrete, pero simplemente estaba demasiado atascada que le fue inútil.

—¡No puedo salir! —se quejó Shelby, incapaz de hablar correctamente. Arañó la pared tratando de levantarse, pero tampoco sirvió de nada.

—Shelby, pon tus manos en mis hombros e impúlsate hacia arriba cuando yo te diga, ¿okey? —le indicó al tiempo que se situaba frente a ella y la sujetaba de la cintura y la apretujaba a su cuerpo. Shelby hizo lo que él le dijo y lo abrazó con fuerza. Ella se impulsó hacia arriba lo más que pudo mientras que él tiraba de su cintura con todas sus fuerzas. Shelby sintió un ligero ardor en las piernas y luego logró salir violentamente del agujero. Gabbe retrocedió con ella en los brazos y cayó de espaldas al suelo. Shelby aún lo abrazaba y la postura en la que se encontraban hizo malpensar a la señora del aseo que justamente había entrado en ese momento. La fémina estaba sobre el pecho de Gabbe, con las piernas abiertas en torno a la cintura del chico y sus brazos alrededor de su cuello. Y él la sujetaba de la cintura, jadeando. Ambos sudados y con la respiración agitada.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora