Egon los llevó exactamente al mismo sitio donde le dio su primera clase de disparo, solo que un poco más apartado. En un sitio más complejo e uniforme, incapaz de ser detectado por otros coches que pasaran por la carretera. Entre los dos chicos, Egon y Austin, se dedicaron a trasladar las cosas de entrenamiento del Tsuru hasta donde Shelby y Aubrey se encontraban, ambas mirando el cielo estrellado con fascinación. La gemela no había llevado sudadera por lo que había comenzado a tiritar y Shelby, al verla, se quitó la suya y se la ofreció.
—Vas a resfriarte—se negó la gemela al ver su diminuto top que solamente le cubría el área del busto y lo demás estaba destapado.
—Estaré bien—le entregó la sudadera y esperó a que se la pusiera, y cuando Aubrey obedeció, sonrió. Observaron a los chicos ir acomodando las diversas cosas extrañas en toda el área y Shelby se quedó perpleja al ver como Egon cargaba en el hombro uno de los típicos sacos de boxeo sin ningún esfuerzo. Él había comenzado a transpirar y las gotas de sudor que resbalan de su cuello y rostro, aterrizaban en su playera, luciendo el doble de atractivo. Y Shelby no pudo evitar morderse el labio e imaginarlo como Dios lo trajo al mundo justo en ese momento.
—Qué asco. Están sudados—dijo Aubrey, con asco—y ni si quiera hemos comenzado.
—Se ven adorables...
Al menos Egon se miraba malditamente sexy y Austin parecía un chico gracioso tratando de superar la fuerza de Egon y fracasando al primer intento. Estaba igual de sudado, pero lejos de provocar deseo, daba ternura. Colocaron unos pequeños faroles para tener un poco de luz y no dispararse entre sí.
—Austin—dijo Egon, respirando angustiosamente luego de concluir los viajes al Tsuru—tú te encargarás de tu hermana y le enseñarás a disparar mejor, ¿okey?
El chico asintió y se inclinó a recoger dos armas de la caja negra de Egon y se aproximó a su gemela con orgullo.
—Y yo me haré cargo de Shelby—continuó diciendo el joven austriaco, tratando de regular su respiración y cuando por fin lo logró, la llamó con la mano y los gemelos se encaminaron hacia el otro lado del perímetro, dándoles privacidad y para comenzar aparte su entrenamiento—recuerdo haberte visto con una sudadera—observó él, cuando Shelby se plantó a su lado. Su femenino abdomen plano y sus delgados brazos del color de la porcelana la hacían lucir más frágil de lo que en realidad era. Y Egon tuvo que autocontrolarse de no mirarle el generoso, pero disimulado escote que el top le regalaba. Y que a ella le gustaba enseñar.
—Aubrey tenía frío y se lo he prestado.
Él simplemente se limitó a asentir. Recogió una de las armas de su caja negra y se la entregó a Shelby.
—Quiero ver si aún recuerdas como sostenerla—la desafío con los ojos brillantes. Shelby le quitó el arma de las manos con cierto orgullo y mirándolo fijamente, acomodó la pistola perfectamente y enseguida apuntó a uno de los faros de luz con toda la intención. Curvó las comisuras de sus labios hacia arriba y cerró un ojo para apuntar mejor. Presionó el gatillo y un segundo después, la bombilla de luz estalló.
—Excelente—la felicitó con una sonrisa que mostraba cierta malicia—sigue practicando.
— ¿A dónde vas? —lo miró con desdén.
—No solo vas a entrenar con un arma, sino también vas a aprender a luchar cuerpo a cuerpo y a practicar un poco de boxeo—alzó una ceja en su dirección y la dejó parada con la boca abierta. Shelby observó sus movimientos alrededor suyo y se obligó a seguir disparando a regañadientes. Continuó sosteniendo el arma a la perfección, pero su puntería no fue la misma, ya que estaba pensando en Egon, que ni si quiera se dio cuenta que le había querido disparar por accidente a Austin, de no ser por Aubrey, que gritó justo a tiempo. Y como las armas tenían silenciador, apenas y se daba cuenta de que disparaba.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...