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Cuando Shelby se preparaba para replicar, apareció Egon en la estancia con una leve sonrisa torcida, que logró que ella cerrara la boca y lo mirara de soslayo. Echó un vistazo rápido a las vendas que adornaban sus manos, dejando solo a la vista sus dedos. Ahora era él quién tenía las manos lastimadas. Ironías de la vida.

—¿Qué te ha parecido Martha? ¿No es estupendo que siga con vida? —dijo con entusiasmo y tomó asiento al lado de Shelby y algo apartado de la anciana que lo miraba con cierto interés. Shelby, a su vez, se obligó a sonreír de oreja a oreja para complacerlo.

—Es adorable—mintió lo mejor posible, regalándole una deslumbrante sonrisa a Martha Beck, quién asintió con desenfado.

—También tu novia es adorable, Egon—concluyó Martha, riéndose —aunque es muy reservada.

Dentro de la cabeza de Shelby, no dejaba de darle vueltas al asunto. Tenía apenas horas de conocerse esa anciana y Egon; ¿cómo era posible que tuvieran una amistad con tanta confianza? Ella ni si quiera había logrado que él le tuviese tanta confianza como con la anciana y se sintió ofendida.

—Existen personas que, si no hay nada más que añadir al respecto, se quedan en silencio y Shelby es una de ellas. Es muy reservada. Tiene una de las mejores virtudes—él la defendió con las cejas juntas y se relajó en el sofá.

—¿Qué era lo que tenías que plantearme, Egon? —Martha cambió drásticamente de tema e ignoró completamente a Shelby. Solo se dirigió a él, como si solo ellos dos estuvieran en la habitación.

—Atacaron a Shelby mientras fue el apagón—comentó entre dientes—y quiero buscar a ese imbécil para matarlo.

—Ajá. ¿Y qué más? —inquirió la mujer, arrugando la nariz, mirando de reojo a Shelby, quién quería partirle la taza en la cabeza.

—Estaba pensando... —titubeó él y se quedó en blanco por unos segundos. Miró temeroso a la anciana y después se irguió en el sofá con los ojos puestos en ella—si podrías prestarme dinero para que yo pueda estar con Shelby y cuidarla. O si tienes algún lugar oculto que me puedas otorgar por unas semanas.

—Claro que sí. Pero, ¿Qué gano yo al ayudar a tu novia?

No es mi novia—aclaró Egon, en un siseo y Shelby apretó los labios con vergüenza—pídeme lo que quieras y estaré encantado de complacerte. Estoy en deuda contigo hasta que me muera, pero ayúdame a protegerla.

Shelby percibió el brillo psicópata en la mirada de esa anciana y sintió escalofríos.

—Lo discutiremos después y en privado—respondió la anciana, haciendo énfasis en la última palabra—tengo una casa amueblada cerca de Central Park; donde solamente personas de alto rango viven allí. Nadie sospecharía que dos muchachos con instintos asesinos habitan ahí. Solo que tardaría unos días para entregarte las llaves, Egon.

—¿Por qué? —gruñó.

—Porque tengo que realizar unas llamadas. Hay una pareja de inquilinos viviendo ahí y tengo que echarlos.

—Bien. Échalos de esa casa y me entregas las llaves—añadió Egon, con arrogancia.

—No es necesario echar a nadie de ahí... —protestó Shelby, con voz temblorosa.

—Puppy, por una vez en tu vida, cierra la boca. Todo lo que estoy haciendo es por ti. Para tu bienestar y seguridad. Rastrear a ese bastardo tardará días y mientras tanto, necesito tenerte bajo mi protección.

—También deberías hablar con tu jefe—replicó ella, con ojos acusadores.

—Ah, sí. Ella tiene razón, Egon—terció Martha, irritando a Shelby—en el ático tengo lo que necesitas para comunicarte.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora