«Meses después»
Habían pasado seis meses ya desde que Adam y Keren llegaron al mundo, alegrando la vida de muchas personas, en especial la de sus padres. Keren tenía los ojos de su padre: Oscuros como la noche y la piel casi caramelo. Y Adam tenía los ojos de su madre: Como la miel vista a través del sol y la piel tan blanca como la porcelana. Eran perfectos. Pero, así como eran perfectos, daban mucha lata. Lloraban a altas horas de la madrugada, gritaban y hacían todo tipo de berrinches. Egon incluso iba a la iglesia para pedirle a Dios y así poder controlarse ante los arrebatos de sus hijos sin perder la cordura y sí le estaba funcionando. De los dos bebés, el que más lloraba era Adam y Keren lo imitaba. La anciana Beck moría de desesperación cada que eso sucedía, que incluso planeaba irse lejos para seguir disfrutando de su vejez sin escuchar los gritos de esos niños. Caroline ayudaba gustosa a Shelby a cuidarlos. Kevin también se divertía jugando con ellos. Thomas y Austin eran los tíos consentidos, los que les permitían de todo y eso a Egon le estresaba. Gabbe había enmendado un apego con Keren, y era tanto el cariño que incluso la niña lo prefería más a él que a Egon.
—Ay, tu hija no te quiere. Me quiere a mí. ¿Verdad, Keren preciosa? —bromeaba Gabbe, besándole las mejillas a la bebé y ella moría de risa.
—Cállate, McCall—siseaba Egon de mal humor y le quitaba a Keren de sus brazos.
—No te sulfures. Claro, si Keren desea algún día cambiar de apellido y otro padre, puedo adoptarla.
—En tus sueños te llevas a mi hija contigo—gruñía Egon, furioso—mejor consíguete a la tuya.
Y los días eran divertidos, aunque estresantes. Cada fin de semana, Gabbe se encargaba, en compañía de Caroline, de cuidar a los gemelos para que Egon y Shelby salieran a despejarse. La manera de cuidar a los bebés, según Gabbe, era llevarlos al parque. Caroline y él. Juntos. Los dos. Solos. Como si ellos fuesen los verdaderos padres. Un día, estando paseando a los lactantes, Gabbe se quedó mirando a la hermanastra de Shelby mientras esta le cantaba al pequeño Adam y él gustoso gorjeaba lleno de alegría. Sabía que era ridículo pensarlo, pero le agradaba imaginar a Caroline embarazada, alegre y llena de vida. Tal vez ella aún no olvidaba a su antiguo amor, Evan, pero Gabbe hacía lo posible para llenar aquel vacío. Él había convertido el amor que sentía por Shelby en cariño y estaba comenzando a querer a la hermana de esta con locura.
—Te ves muy bonita cantándole a Adam—le dijo él, luego de sopesar la idea de decírselo o no. Caroline dejó de cantar y se ruborizó—no pares. Continúa.
—Viéndome así, creo que no podré hacerlo—se ruborizó más y Adam dejó de sonreír y miró a su tía con expresión confusa. Gabbe esbozó una sonrisa radiante.
—¿Lo ves? Adam desea que sigas cantando.
—¡Pero no te atrevas a mirarme! —añadió con nerviosismo y se concentró en el bebé de ojos mieles que esperaba con ansiedad. Gabriel McCall asintió sin borrar la sonrisa genuina de sus labios y se quedó atónito y anonadado por semejante belleza que tenía a su lado. Caroline se limitó a cantar con voz dulce y aterciopelada, causando furor en el pequeño Adam y locura en Gabbe. Cantó At Last de Etta James con entusiasmo. La canción en sus labios parecía ser hipnótica y fascinante. Y al término de su cantar, Gabbe aplaudió, asustando a Keren quién yacía dormida en sus brazos y Adam gorjeó complacido, mostrando sus encías detrás de su gran sonrisa.
—Caroline—objetó él, poniéndose serio. Ella volteó a verlo con el entrecejo fruncido.
—¿Sí?
—Acércate.
—¿Por qué? —cuestionó con perplejidad.
—Tienes algo en la cara—le informó. Caroline se tensó y entornó los ojos.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...