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«Norman White»

No tardó mucho en encontrar un vehículo donde trasladarse en dirección al aeropuerto, puesto que Marlon Blake le proporcionó a uno de sus choferes para llevarlo, pero a pesar de tener todas esas comodidades; no dejaba de pensar en las diferentes maneras de enfrentarse a su enemigo de siempre: Egon Peitz. El maldito bastardo que siempre le ganaba en cantidad de conseguir mercancía fresca. Norman también era un homicida adiestrado como Egon, pero con menos sentido común y más locura. Él amaba torturar a sus víctimas y las mataba a base de heridas que los hacía gritar por horas hasta que simplemente morían de hemorragias. Egon Peitz normalmente los mataba a sangre fría, una muerte rápida y casi sin dolor y solo en algunos casos cuando tenía la estimulación necesaria, lograba torturar de una manera descomunal. Sonrió malévolamente e hizo crujir los huesos de sus manos con fuerza. Había llegado el momento en el que por fin se enfrentaría a él sin ningún tipo de advertencia.

—Nueva York—dijo entre dientes, al tiempo que miraba por la ventana del automóvil—es un buen tiempo para visitar ese interesante país. Peitz, espero que no hayas enmendado ninguna amistad en esa ciudad porque ten por seguro que esas personas morirán deliciosamente entre mis manos.

—Joven Norman—escuchó la voz de Ralph desde el asiento delantero. Él movió los labios y resopló— ¿Matará al joven Peitz?

—¿Qué pasaría si te digo que sí? —lo tanteó.

—Lo he escuchado —soltó el volante para señalar su oreja.

—Entonces para que preguntas, idiota—vociferó encolerizado. Entonces Ralph bajó la cabeza con aire apenado y continuó conduciendo a una velocidad moderada.

—Ese maldito gusano por fin sabrá que yo soy más peligroso que él. Y que conmigo no se juega. Voy con la orden de matarlo.

—El señor Marlon sabe lo que hace y por algo quiere la cabeza del joven Peitz—pero su voz destilaba nostalgia.

—¿Sientes lástima por ese bastardo? —escupió a la calle e hizo cara de asco—por lo que sé, él siempre te trató con la punta del pie.

—En efecto, sí—estuvo de acuerdo con él —pero de igual manera usted me trata peor que él y también le estimo.

—¿Cómo puedes estimarnos si te detestamos? Eres raro.

—Tengo sentimientos, joven Norman.

—Suerte que nosotros no.

«Egon Peitz»

El día comenzó de la peor manera jamás pensada. Había rodado por toda la alfombra hasta que su espalda sintió el frío suelo y tuvo que levantarse a regañadientes en busca de un sitio cálido. Miró adormilado a Shelby, que dormía tranquilamente en su suave cama. Sopesó la idea de deslizarse junto a ella, pero en lo que se decidía en acostarse o no, alguien llamó a la puerta. Y quedó paralizado sin saber qué hacer. Dio vueltas sobre su propio eje buscando donde resguardarse.

—Shelby, hija. Ya nos vamos, en la nevera hay comida por si tienes hambre, solo tienes que calentarla.

Shelby estiró los brazos y estaba a punto de abrir los ojos cuando Egon se aproximó a cubrirle la boca con una mano, haciéndola despertar al instante. Sus ojos mieles encontraron los suyos con terror, pero al reconocerlo, guardó la calma y arqueó las cejas.

—Shh. Tu mamá ha tocado la puerta—susurró él, con un dedo sobre la boca. Ella asintió—ahora respóndele lo más normal posible.

—Eh, ¿Qué fue lo que dijo?

Rodó los ojos exasperado.

—Dijo que ya se largaba y que había comida en la nevera.

—Eh... gracias, mamá, Cuídate.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora