Egon, haciendo caso omiso a las palabras de Shelby, retrocedió. Su atractivo rostro estaba pálido y desconcertado. Y con cierta rigidez, postró sus oscuros ojos en ella, como si quisiera atravesarla con la mirada.
— ¿Dijiste Norman White?
—Sí. Así se llama el chico—añadió, preocupada— ¿Pasa algo?
—Maldita sea—masculló para sí y giró en su propio eje con una mano sobre su barbilla y la otra en su cadera. Tenía mal aspecto y parecía estar molesto y horrorizado. Esperó pacientemente a que se tranquilizara y así poder sacarle alguna respuesta útil, pero no funcionó la espera, porque él parecía no tener la menor intención de compartir sus pensamientos con ella. Solamente se paseaba de un lado a otro, murmurando palabras en alemán.
—Egon—chilló ella, dando una patada en el suelo con fuerza. Él dejó de pasearse y la miró—dime qué pasa.
—No quiero que te vayas a precipitar—aclaró, sujetándola de los antebrazos—métete a la casa. En la noche vendré a verte.
— ¿No piensas explicarme por qué te pusiste como un loco?
—Sí. Bueno, es decir, no. Ahora solo obedéceme.
Y cuando Shelby se preparaba para protestar, Egon se apartó de ella y echó a correr hacia la calle, perdiéndose de vista al poco tiempo. Abochornada, Shelby se las arregló para ir a su casa y continuar con la tarea. Por supuesto que no iba a ir con él a ningún lado, tal vez muerta, pero en juicio, jamás. Despejó su mente de las tonterías de Egon y siguió haciendo los deberes, sosteniendo con una mano el bolígrafo y con la otra, frotando el dije de bala con aire despistado. Cuando terminó, suspiró y guardó las libretas y libros en su mochila. Subió a su alcoba y pasó el resto de la tarde mirando el techo, y al póster de Dylan O'Brien. Le asustaba la reacción de Egon. ¿Por qué reaccionar de esa manera si solo se trataba de un chico? No parecía celoso, sino horrorizado y a la vez encolerizado. ¿Habría la posibilidad de que Norman White se tratase de ese "alguien" que vendría a buscar a Egon para matarlo? Desde luego que no. Semejante tontería había tejido en su cabeza, por lo que rio entre dientes y se puso los audífonos. Al otro día tenía una exposición sobre las diferentes maneras de ejercer justicia en la edad media; donde las penas corporales y capitales eran demasiadas sádicas y sanguinarias. A pesar de que sabía el tema a la perfección, planeaba darle una repasada en la noche para no olvidarse de ningún detalle.
«Las penas corporales que se ejercían anteriormente consistían en desmembrar una extremidad al individuo dejándolo con vida, pero en mal estado de salud. Las penas capitales, en cambio, eran letales. Eran la muerte misma de una manera tan brutal como lo deriva su nombre. La pena capital más común se basaba en decapitar al sujeto o torturarlo hasta la muerte...»
Se había quedado embobada leyendo que no escuchó que su teléfono estaba sonando. Apretó los labios y contestó teniendo aun los audífonos puestos.
—Quién quiera que seas, te digo que no me interesa lo que vendes ni lo que quieras decirme—dijo, haciendo que la persona del otro lado de la línea ahogara una risa nasal— ¿Quién habla?
Recordó haber guardado el número con el que Egon la mensajeaba, pero aquel número era completamente desconocido.
—Norman White.
Aspiró profundo; tratando de asimilar la llamada.
—Hola, Norman, ¿Quién te ha dado mi teléfono?
—Se lo robé a Lola—replicó con cautela. Y como Shelby no añadió nada al respecto, agregó—el motivo de mi llamada es este: ¿Estás libre esta noche?
—De hecho, estoy estudiando. Mañana tengo que exponer y no puedo desvelarme.
—Qué decepción. La escuela es un fastidio—aún le costaba expresarse bien y eso le provocó a Shelby una risita disimulada— ¿qué es tan gracioso?
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Misterio / SuspensoDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...