«Tiempo después...»
"A veces el destino se encarga de unir a personas que son cero compatibles, pero solo por el simple hecho de gustarse, el enamoramiento sucumbe a ellos, de los pies a la cabeza y continúan con su amor hasta el final de los tiempos..."
—¿Qué lees?
Shelby volvió el rostro hacia el chico que la hacía suspirar cada segundo del día.
—Pienso en voz alta—contestó, esbozando una sonrisa y sintió la mano cálida de Egon deslizarse a su vientre abultado de siete meses. Había transcurrido muchos meses desde la última vez que estuvieron en Nueva York. Ahora se hallaban en Nebraska, disfrutando de los mejores días de sus vidas al lado de Martha, Thomas, Austin, Trenton, y Gabbe. Caroline luego de ser abrazada cariñosamente por Gabbe y sintiendo una calma y paz infinita, llegó a la conclusión que estar rodeada de él y de los demás, iba a ser su perdición, así que decidió rentar un apartamento en Nebraska, pero muy lejos de ellos para hacerse cargo de Kevin. De vez en cuando el chico iba de visita a la casa de Trenton para pasar unos días con todos ellos y estar al pendiente del embarazo de su amiga Shelby. Gabbe comprendió que ser el Evan de Caroline iba a ser un reto muy difícil, pero no imposible. Cada mañana, Shelby deseaba que esos días jamás se acabaran. Faltaban solamente dos meses para que su bebé naciera y no quería saber nada de Marlon Blake ni de su padre. El bienestar de su madre ya no le importaba, pero sí el de Charlie; pero por lo que Caroline le contó hacía meses, era que él había regresado a casa en Nueva York, menos su madre. Era como si el tiempo se hubiera congelado solo por un instante y después, retomar su curso, lastimando a todos. La idea era espeluznante, pero muy realista. No tuvieron señal de vida de Norman, ni de nadie más. Estaban protegidos en una enorme casa en un estado y ciudad silenciosos en el que nadie podría reparar, pero, aun así, seguían en peligro. Y ese día, ella y Egon se encontraban tendidos en la terraza tomando un poco de sol matutino ya que al bebé y a Shelby les caía muy bien. En esos meses, Egon se transformó en un chico diferente y más amoroso. Casi no se enfadaba por nada, excepto con Gabbe. Gabriel McCall siempre iba a ser su dolor de cabeza hasta la muerte. La casa tenía muchas habitaciones donde alojarse y pasar desapercibido, pero a Martha le encantaba abrir todas las puertas sin importar que estuvieran durmiendo o en el baño; ella abría y se reía. A Thomas y a Austin no les hacía gracia sus bromas. Ellos compartían una recámara y tenían que asegurarla con una silla o cualquier otro mueble para evitar problemas con su privacidad. Trenton, por su parte, se la pasaba mirando fijamente a la lejanía, pensando. Casi no comía con ellos ni tampoco interactuaba, más que lo necesario. La mayor parte del tiempo se dedicaba a estar solo. Y en cuanto a Gabbe... solo por el simple hecho de hacer enfadar a Egon, se situó en la habitación siguiente a ellos para ponerse a cantar ópera en las noches.
—¡Cállate, McCall! —le gritaba Egon con furia.
—¡Oblígame! —canturreaba Gabbe en respuesta y luego se partía de la risa. Pero aquello era mejor que estar huyendo en coche. Shelby adoraba a su nueva familia y ellos a ella.
—¿No te duele? —preguntó Egon a Shelby sin dejar de acariciarle el estómago.
—¿El qué?
—El estómago. Tu piel se ha estirado considerablemente y siento que te duele—apretó los labios, verificando el gigantesco vientre de su novia.
—Falta que crezca más—puso su mano sobre la de él—pero no duele, excepto cuando se mueve muy rápido.
—A veces te quedas sin aire, mi bella dama.
—Es un dolor necesario—sonrió con ternura y Egon no pudo evitar besarla. Tantas veces hubo que él se contuvo de no agarrarla a besos y pasar una noche desenfrenada, pero tenía miedo de lastimarla o peor aún, molestar al bebé, lo cual era imposible. Aunque Shelby le había contado que las parejas aun podían seguir teniendo relaciones hasta el último mes de embarazo, a él no le pareció buena idea.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Misteri / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...