06

12.2K 968 116
                                    

Horas después de la grandiosa paliza que su cuerpo soportó, Egon se encontraba recuperándose tranquilamente en su celda y con la idea de que pronto, Gale, el sujeto que lo ayudó en la zona de tortura, llegase a visitarlo. Pero nunca volvió, sin embargo, cerró los ojos en lo que quedaba del día y se sumió en un oscuro y siniestro sueño donde el dolor no se apoderó de él. La tranquilidad no duró demasiado, porque cuando se disponía a entrar en su tercer sueño, su celda se abrió y escuchó unos pasos apresurados acceder a su espacio personal. Abrió un ojo con dificultad y se encontró a May de pie frente a él, sola, sin su asistente.

—¿Supervisión de higiene? —preguntó haciendo una mueca.

—No, Egon, hoy no—respondió con tristeza.

—Entonces, ¿qué haces aquí? Estoy agotado y no puedo moverme.

—Me han enviado a administrarte morfina para el dolor—contestó en un susurro. Egon abrió por completo los ojos y se levantó de la cama sin importarle que sus heridas volvieran a sangrar. Empero May le colocó ambas manos en el pecho y lo empujó hacia atrás. Él gruñó, resistiéndose.

—¿No estarás pensando en matarme, o sí? —sus ojos se convirtieron en dos pequeñas rendijas oscuras y abrió las aletas de la nariz tratando de respirar con normalidad; pero su corazón le saltaba con fuerza contra las costillas. No es que estuviera asustado o tuviera miedo de morir, sino que estaba furioso por no poder defenderse.

—No soy una asesina—repuso ella y agarró su brazo con la intención de inyectarle la morfina, pero Egon se alejó de una manera salvaje, haciendo que May diera traspiés hacia atrás y cayera de espaldas contra la encimera de cemento donde estaban sus utensilios de cocina. Egon se levantó precipitadamente para ayudarla y se mostró horrorizado por primera vez en mucho tiempo al ver a la mujer inconsciente frente a él con la nariz y orejas sangrándole. La había matado y de manera accidental. Había matado a una persona que de verdad le agradaba y que no tenía intención de asesinar, sino hasta el final. Corrió enseguida a auxiliarla, se arrodilló ante ella y le sostuvo la cabeza, la cual estaba bañada en sangre y apretó los labios.

—¿May? Maldita sea, lo siento. No quería matarte hoy, en serio—dijo, sopesando la idea de gritar y decir que ella había resbalado por accidente.

—Llama a Gale—le oyó decir entre balbuceos, ya que burbujas de sangre adornaban sus labios, Egon asintió, pero no sabía a qué se refería con llamarlo—utiliza esto—le entregó un teléfono móvil con debilidad, apenas podía mantenerse despierta—presiona el número seis y habla con él.

—¿Qué le digo? —tragó saliva—en serio, no quería matarte, ¿lo sabías?

—Lo sé. Planeabas hacerlo al final—sonrió débilmente y cerró los ojos cuando su cabeza cayó hacia a un lado. Su corazón latió por última vez y abandonó aquel mundo, sin que él pudiera evitarlo. ¿Por qué cada que se cruzaba con personas agradables, tenía que asesinarlas por accidente? Él estaba maldito y detestaba envenenar a personas que eran buenas con él con su ponzoña. Obedeció al pie de la letra y le llamó a Gale, quién respondió hasta el tercer intento de la llamada. Egon estaba demasiado furioso y alterado. Tenía suerte que ningún guardia hubiese llegado aún a la escena del accidente.

—Aquí, Gale, ¿qué ocurre, May? —respondió Gale y por muy descabellado que pareciera, Egon sintió una inmensa paz que jamás había sentido.

—Soy Egon y necesito que estés en mi celda ahora.

—¿Egon Peitz? —el asombro en su voz le hizo reír—por todos los cielos, ¿qué haces con el teléfono de May?

—May está muerta—le informó. Pero utilizó una voz calmada y risueña, como si se tratara de una charla acerca del clima.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora