— ¿Puedo saber a qué estás jugando? —se levantó enseguida de la cama y caminó a tiendas hasta situarse junto a la gran ventana que daba a la ciudad.
—Si vamos a vivir juntos, tenemos que aprender a comunicarnos.
—Esa frase es de una película, pero no recuerdo cual—dijo con frustración y él ahogó su típica risa nasal que utilizaba para burlarse. Le causó cierta diversión verlo reír a pesar de estar demente. Ella deseaba hacerlo cambiar de parecer con respecto a la vida, pero para que eso sucediera, tenía que trabajar lo suficiente para comprenderlo.
—Solo deseo verte dormir. Vamos.
—No tengo ganas de dormir. Hazlo tú, quiero respirar aire puro—dijo ella. En su voz había una pizca de vacilación e ignorando por completo su presencia, se deslizó fuera de la habitación, dejándolo estupefacto. De inmediato, escuchó los pasos apresurados detrás y aprovechó a echarse a correr por la escalera en modo juguetón. Él también apresuró los pasos para darle alcance, hasta que Shelby, dando zancadas, llegó a las puertas corredizas del patio trasero y atravesó parte de la estancia, sintiendo el aire nocturno acariciarle la cara. Rodeó la piscina y soltó una risotada al ver a Egon tiritar de frío del otro lado. La tenue luz de la bombilla los alumbraba débilmente y apenas se percibía el agua de aquella deliciosa piscina a altas horas de la noche. O quizás madrugada.
—Hace frío, Puppy.
—El clima está delicioso—extendió los brazos al cielo y aspiró profundamente con los ojos cerrados.
—No sé si no te has dado cuenta, pero ambos estamos en ropa interior—susurró él, con malicia—y desde donde yo estoy, tengo una vista increíble de tu cuerpo. La tela de la bata que llevas puesta transparenta todo, sin dejar nada a la imaginación.
Abriendo los ojos con brusquedad, Shelby se ruborizó y bajó los brazos para cubrirse instantáneamente.
—Eres un cerdo.
—La comodidad es primero que el pudor, cariño—le guiñó un ojo y comenzó a rodear la piscina para llegar a donde ella estaba. Shelby observó su caminar con detenimiento. Sus fuertes piernas a cada paso que ejercía se tensaban y los músculos de su perfecto abdomen se movían deliciosamente, señal de un buen cuerpo ejercitado. A sus brazos musculosos le sobresalían algunas venas y el tatuaje saltaba por sobre todas las cosas. Bajó un poco la mirada a aquel bóxer oscuro que cubría, quizás lo más glorioso de su cuerpo y tragó saliva, apartando la mirada rápidamente. «Es un homicida, recuérdalo», se reprendió a sí misma mientras él se acercaba a ella con lentitud, pero lo que más le provocó resequedad en la boca fue su petulante y siniestra mirada oscura puesta en ella.
—Aguarda... reconozco una sonrisa como esa—gimió ella con pánico al verlo sonreír lobunamente. Egon arqueó las cejas y saltó casi sobre ella, cogiéndola de la cintura— ¡No te atrevas a lanzarme al agua...!
Su grito quedó cortado cuando sintió que sus pies se elevaban del suelo y su cuerpo se precipitaba hacia un costado y enseguida se hundía a las profundidades de la piscina. El agua helada y refrescante la aturdió por unos segundos hasta que logró nadar a la superficie y se encontró a Egon a escasos centímetros de su rostro dentro del agua.
—Está deliciosa, ¿no? —rio él, escupiendo agua de la boca al hablar. Su cabello estaba aplastado a su cabeza como quizás el suyo también y cerró los ojos un momento, disfrutando del agua. A pesar de que su bata se había levantado y flotaba como una sábana alrededor de su cuerpo, no le importó. Además, Egon Peitz ya la había visto literalmente desnuda de la cintura para arriba; así que no tenía por qué sentirse ruborizada.
—Pensé que tenías sueño—replicó ella, riendo y le arrojó agua al rostro.
—Gracias a ti ya no—bufó y le arrojó el doble de agua, contraatacando.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...