Shelby rompió a reír sin humor.
— ¿Es un chiste?
— ¿El qué?
— ¿Cómo te atreves a mencionar algo tan estúpido como decir que eres el que decide mantenerme viva o no? Mi maldita vida es mía, no tuya.
—Porque es cierto. Si no querías esto que estás viviendo, ¡No te hubieras aparecido en el momento menos oportuno frente a mí! —ladró con cólera.
— ¡Yo no elegí hablar contigo! Hubiese preferido mil veces hablar con un vago que contigo.
—Di lo que quieras, pero de este departamento no saldrás—siseó, se levantó y se encaminó a la puerta.
—Quiero hablar con mi madre—ordenó.
—Lo harás cuando te comportes como una chica normal—la miró con desdén —y luego dices que el que está enfermo soy yo.
— ¡Lo estás! —gritó con todas sus fuerzas. Se sentía totalmente vulnerable y expuesta. No podía pensar con claridad y el haberse abierto las venas la tenía angustiada. Egon la miró unos segundos más antes de dejarla sola en su habitación. El sol estaba ocultándose y ella deseaba salir de ahí. Miró a su alrededor y resopló. Aunque tuviera la manera de escapar, no tenía fuerzas ni si quiera para mantener los párpados abiertos o mover alguna extremidad. Se sentía inútil. E incluso sintió que los lugares habían sido intercambiados. Egon había optado su temperamento y ella el suyo. Y cuando se dio cuenta que no podía seguir por más tiempo con los ojos abiertos, se sintió derrotada y se abandonó al sueño de la incoherencia. Cuando volvió a despertar ya estaba oscureciendo y divisó a Aubrey checando su vendaje de la muñeca con expresión severa y preocupada.
—Has despertado. Eso es perfecto, tienes que comer algo—dijo la gemela con nerviosismo y se inclinó a recoger algo del buró y Shelby alcanzó a ver un recipiente con gelatina de fresa—espero que este sabor te guste porque Austin es tan idiota que no quiso comprar de otro.
—No. Está bien—asintió y negó con la cabeza cuando Aubrey le intentó dar de comer en la boca—puedo sola.
—No es recomendable que uses tus manos. Déjamelo a mí.
—Pero...
—Yo insisto—sonrió levemente y comenzó a darle cucharadas de gelatina como un bebé. Terminó el plato entero y después volvió a sentirse fatigada.
—Perdiste mucha sangre, Shelby. Gracias al cielo que el señor Peitz tenía un botiquín y logré parar la hemorragia y suturar la abertura, que fue superficial. ¡Menos mal!
—Yo solo quiero salir de aquí.
—Esta no es la manera—replicó la chica de ojos azules—habla con el señor Peitz y dile que necesitas volver a casa porque no perteneces aquí.
—Se ve que aún no lo conoces—juntó las cejas con determinación y Aubrey apretó los labios.
—Lo conozco lo suficiente para saber que él también tiene puntos débiles y uno de ellos eres tú—la miró con complicidad.
— ¿A qué te refieres?
—Eres una de las debilidades de él, o bueno, creo que la única. Y quiere cuidarte tanto que no se da cuenta que te hace daño al mismo tiempo.
—Lo que pasa es que está demente. Necesita ayuda urgente o terminará matando a medio mundo. Incluida a ti y a Austin.
—Quizás—reconoció—pero nosotros no somos su debilidad. Podemos atacarlo en otras maneras.
—Solo quiero irme a casa, Aubrey—sollozó y hasta en ese momento se dio cuenta que lloraba. La chica suspiró y le palmeó el brazo amistosamente mientras le checaba el suero que ya iba terminando. Aubrey se retiró al poco rato y volvió a quedar sola con su conciencia. Intentó agudizar los oídos cuando escuchó con vaguedad la voz de Egon fuera del pasillo, pero no consiguió indagar nada. Una punzada de dolor le atravesó la muñeca vendada y comenzó a hiperventilar del miedo. Miró con pánico como la venda se teñía de rojo y todo a su alrededor daba vueltas. Como pudo, abrió la boca y dejó escapar un grito de frustración y de auxilio. Lo cual funcionó porque Egon entró corriendo con la mirada asustada.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...