—No podemos arriesgarnos a ir justamente ahora con tu padre, Shelby, además, no sabemos a dónde se dirige—repitió Egon por centésima vez a Shelby, quién se rehusaba a quedarse de brazos cruzados tras haber escuchado la voz débil de Gabbe en el teléfono. Habían llegado a la ciudad más cercana y se encontraban parados justamente a unos metros del corazón de la ciudad. Nadie decía nada, solamente escuchaban con pesar la conversación de la pareja fuera del auto. Shelby miraba a Egon con suspicacia, mientras él le devolvía la mirada con desesperación.
—Mira, entiendo que no te agrade Gabbe, pero no solo se trata de él, sino de mi familia. Mi padre es quizás el demente peor visto en la historia y quiero salvarlos de él—replicó la chica.
—Gabbe me agrada, ¿por qué te cuesta tanto creerlo? —dio un paso a ella y deslizó ambas manos a la cintura de Shelby. La fémina se estremeció ante sus caricias, ya que, él había comenzado a acariciarle la piel con los dedos tras haberle levantado un poco la blusa. Shelby le había dado gracias a Dios al haberse puesto ropa normal una noche antes porque estaba harta de la fastidiosa bata del hospital y en aquellas circunstancias definitivamente se habría visto ridículamente horrible. Egon aspiró por la boca y ella sintió su aliento rozarle la frente.
—Gabriel es una persona inocente en todo esto y lo único que quiero es que esta pesadilla termine cuanto antes. Muchas personas han muerto por mi culpa y ya no quiero más dolor—se le quebró la voz e intentó mantenerse tranquila. Egon; por su parte, la agarró una de sus manos con delicadeza y cuidado de no lastimarle la herida y comenzó a caminar sin detenerse y sin soltarla. Shelby lo siguió, ahogando sollozos y mirando de vez en cuando atrás por encima del hombro. Al parecer, él quería un poco de privacidad con ella. Se situaron a unos seis metros de distancia y rodearon una columna de cemento para que nadie los mirara y hablaran tranquilamente.
—No es culpa tuya lo que ha sucedido, sino mía. Yo no debí haberte metido en esto—dijo él y alargó una mano para acomodarle un mechón de cabello a Shelby detrás de la oreja—no debí poner mis ojos en ti. Pensé que serías una más en mi lista de chicas, pero simplemente fuiste la única que encabezó mi nueva lista de personas que amo y amaré para toda la vida y si hay vida después de la muerte, también entonces. Créeme que, si hubiese un botón de reinicio, desde hace mucho ya estuviera más que presionado. Y tú estarías en casa, hablando posiblemente con Lola y viendo vídeos de crímenes y pensando en encontrar a alguien demente como yo a quién amar y bueno... yo estaría asesinando personas como siempre lo he hecho. Llevando mis problemas conmigo y dejándote aparte. Protegida y feliz.
A Shelby se le formó un nudo en la garganta porque por más que no quisiera aceptarlo, él tenía razón. Sin embargo, ella también había tenido culpa.
—La culpa no es solo tuya. Yo no debí ir en primer lugar a Austria y enamorarme perdidamente de ti.
—Tampoco debí haberte seguido hasta Norteamérica—repuso él.
—No debí robarte un beso—replicó ella.
—No debí protegerte ni amarte, pero lo hice—esbozó una sonrisa—y aquí me tienes a tus pies, Shelby. Recibiría una bala por ti. Ahora no sólo mataría por ti, sino que moriría por ti, ¿no lo entiendes? Y si yo tuviera la posibilidad de traer a Gabbe justo ahora, lo haría. Pero estoy atado de manos porque si se da el caso, no podré matar a tu padre.
—Jamás permitiría que murieras por mí—le contradijo ella, colocando ambas manos en el pecho de Egon. Sentía los latidos de su corazón martillándole las costillas—aprendí a defenderme gracias a ti. Y tienes mi bendición para meterle una bala en la cabeza a mi padre.
Egon esbozó una sonrisa y le levantó la barbilla a Shelby con ternura y acunó su rostro entre sus manos, admirando sus hermosos ojos ambarinos que lo miraban fijamente.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...