«Egon Peitz»
Deambuló por cada rincón, cada centímetro y cada milímetro de la casa de Shelby en busca de algo con qué pasar el rato sin ella. Había pensado utilizar su portátil para contactar con su jefe, que de seguro estaba hecho una fiera buscándolo; pero desistió de hacerlo porque sabía de antemano que Marlon Blake rastrearía el IP de la casa de Shelby y enviaría una oleada de secuestradores más brutales que él, a localizarlo. Y ciertamente; tanto ella y su familia, no estaban preparados para caer en manos de criminales como ellos. Desde luego que le importaba un grano de arroz la seguridad de aquella familia, incluso la vida de Shelby; pero de una manera u otra, no podía dejar que salieran heridos porque él estaba viviendo bajo su mismo techo y eso estaba en contra de todo instinto salvaje que le susurraba en la mente a cada minuto del día: «Mátalos, ¿Qué puedes perder? Son solo personas», mientras que su otro instinto, le contradecía: «No puedo hacerlo. No a ellos. No a Shelby». Atormentado con sus propios pensamientos, entró al baño y se dio una ducha rápida y silenciosa, en donde determinó que estaba enloqueciendo. ¿Por qué se había quedado con el dedo de su víctima? La sortija que tenía puesto era muy llamativa; pero sabía que el motivo de haberlo guardado no era ese, sino la simple maldad de poner a prueba el estatus mental de Shelby, y sí que lo había demostrado. Ella era más débil de lo que aparentaba ser, y, por lo tanto, no podía seguir manipulándola. Era un peligro para su existencia. Se dio a la tarea de hablar en la noche seriamente con ella y decirle que se iría a otra parte a ocultarse porque ahí no estaba a salvo. Cuando terminó de ducharse, salió desnudo hasta la habitación de Shelby y se puso otro pantalón y otra playera sin su bóxer. Solamente le quedaba otra playera y otro pantalón limpio. Ya era hora de dejar de asesinar personas por unos días para tener ropa de sobra; era imposible, claro. Pero tenía que intentarlo. Dobló la ropa limpia y la guardó en el buró donde estaba la ropa interior de esa chica. Parpadeó con los ojos puestos en un sostén de encaje color negro que estaba a la vista y mirando a todas partes, lo tomó entre sus manos y se lo llevó a la nariz. Olía realmente bien, que incluso tuvo que soltar la prenda con frustración, ya que estaba seguro que después olfatear su ropa, se volvería su adicción y negó con la cabeza. Cerró el cajón y dio vueltas en su propio eje, buscando la ropa sucia y el dedo revuelto entre su pantalón. Hizo una mueca al recoger la pestilente ropa, y escrutó a su alrededor con la esperanza de hallar alguna bolsa de plástico donde guardarla. La cual encontró en la habitación de la hermana de Shelby. Se sorprendió ver que eran lo opuesto. En ese dormitorio había fotografías de personas sonriendo en un quirófano, otras estando operando y la foto de un gato jugando con una bola de estambre. Arrugó la nariz al sentir tanta dulzura en una sola fotografía del felino. Tomó la bolsa y salió rápidamente, cuidando de no mover nada de su lugar. Salió al pasillo, dispuesto a regresar a la habitación, cuando de pronto, algo captó total y absolutamente su atención. Una fotografía de Shelby. En donde ella estaba pequeña, quizás de unos seis años, sonriendo a la cámara y sosteniendo un helado de tres bolas que comenzaba a derretirse. En su dentadura se alcanzaba a ver un hueco entre sus dientes, señal de que su primer diente de leche se había ido para siempre y ella parecía feliz. Tiró la bolsa al suelo y se limpió las manos en su playera antes de agarrar la fotografía y verla más de cerca. Ella, siendo apenas una niña, mantenía el brillo actual de curiosidad en sus deslumbrantes ojos mieles. Frunció el ceño, y luego suavizó su semblante al observar con detenimiento aquellos ojos inocentes y sin querer, sonrió.
«Shelby Cash»
Aunque no era fan de la lluvia, se sentía agradecida con el cielo de que pequeñas gotas se estamparan en su rostro en aquel preciso instante. Y también porque ayudaba al rostro fúnebre y lloroso de las personas que sentían el dolor inmenso de haber perdido a ese par de chicas en su lucha. A pesar de que llovía levemente, nadie reparó en el clima, sino que siguieron sentados al aire libre frente a los ataúdes y poco a poco las fotografías de ellas se fueron empañando por la lluvia. Alcanzó a percibir la voz de Caroline a unas cuantas sillas de distancia y deseó estar en su habitación, platicando con Egon. Era una egoísta al pensarlo, pero ya se había arrepentido de haber llegado. Por otra parte, le preocupaba el asunto de sus padres. ¿Qué ocurriría si ellos llegaban a casa y se encontraban con Egon? De solo pensarlo le causó escalofríos. Tenía que estar de vuelta lo antes posible para evitar un desastre. Y como si hubiese tenido telepatía, Caroline se acercó a ella con el teléfono en alto.
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Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)
Mystery / ThrillerDicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener atrofiado una parte del cerebro que les impida tener emociones y sentir lo sentimientos que una persona normal tiene. Psicólogos han llegado...