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Shelby, aun con los ojos puesto por donde Egon se había marchado, entró a su casa, esbozando una débil sonrisa. Le preocupaba que él se atreviera a hacer algo prohibido o estúpido. Se detestó por no haber pensado antes las cosas, ahora por su culpa; la única persona que quizás la salvaría de sus problemas, se encontraba huyendo de ella.

—¿Qué has traído?

—Traje unos detalles que hicimos para los niños del hospital. Sobraron dos; así que uno es para ti y otro para mamá—rebuscó en su mochila y extrajo dos juguetes en forma de mariposa hecho a mano de arcilla.

—¡Está muy bonito! —dijo Shelby agarrando el suyo y sonriendo ampliamente— ¿Por qué sobraron? Es decir, ¿no se supone que ya los tenían contados?

—Pues... —la mirada de Caroline se entristeció y suspiró con angustia—fallecieron el par de gemelas del área juvenil. Las dos chicas tenían cáncer pulmonar y no lo sabíamos hasta que fuimos a visitarlas.

La sonrisa de Shelby desapareció enseguida.

—Lo lamento—dejó las mariposas en la mesa y le dio unas palmaditas amistosas en la espalda— ¿hablaste alguna vez con ellas?

—Sí—se sentó en el sofá con la mirada perdida—fueron las primeras chicas con las que hablamos y se dejaron sacar sangre solo porque yo estaba acompañándolas.

—¿Cuándo sucedió? —tomó asiento junto a ella y le prestó toda la atención porque sabía que aquella noticia había devastado a su hermanastra.

—¿La muerte de ellas? —Shelby asintió—hace dos días. Hoy es el funeral a las cinco de la tarde y no sé si quiero ir. Es doloroso, ¿sabes? Conviví con ellas por más de seis meses; tampoco Evan puede salir del shock. Él también las quería.

—¿Él irá al funeral? —hasta en ese momento recordó al patético y gracioso novio de Caroline. Evan era el típico chico que toda madre quiere para su hija; educado, guapo e incluso, ridículamente sonriente y divertido.

—Supongo que sí—se limpió una lagrimilla amenazante de cada ojo y sonrió con tristeza—esto apesta. No soy apta para ser enfermera, si sigo encariñándome con los pacientes y luego lloro a mares por sus muertes, me moriré de hambre con mi profesión.

—Oye, no está mal llorar. Es decir, estás viva, ¿no? Y estar viva incluye llorar, reír, e incluso... matar—la última palabra que dijo; hizo que Caroline arqueara las cejas, y, por lo tanto, se apresuró a restaurar su comentario con una risita—bueno, matar a alguien de risa, por ejemplo.

—A veces logras que mi estado emocional cambie de rumbo inesperadamente—le riñó su hermanastra, riéndose—pero tienes razón, Shelby. Estar viva significa que puedo llorar; aunque la profesión no me lo permita. Debo mantenerme fuerte para darles fortaleza a los enfermos.

—Así se habla—la animó—ahora mueve el trasero porque vamos a ir a ese funeral.

—¿Irás conmigo? —Shelby asintió.

—¿Quién eres y qué le has hecho a mi hermanastra? —bromeó Caroline.

—Quizás sea tu hermanastra de siempre, pero mejorada—se incorporó del sofá y miró de soslayo a Caroline— ¡Apresúrate o llegaremos tarde!

—Apenas son las dos de la tarde, relájate.

—Ay, Dios. ¿Y piensas que te vas a arreglar en tres horas? —achicó los ojos, haciéndola reír—te conozco lo suficiente para saber que no te dará tiempo.

—Ya. Tranquila, le llamaré a Evan para qué pase por nosotras—rodó los ojos y se dispuso a marcarle—por cierto, ¿Qué hay de tu amigo sexy que conociste, según mamá, en Austria?

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora