📚Trato📚

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Pov Jace

— Estás tardando hermano —Se queja Efren por teléfono.

— Deberías calmarte, ¿sabes? —mencioné llegando al elevador—. Te hace falta una buena follada.

— Deja tus estupideces —exije—. Mueve el culo, en cinco minutos te quiero aquí —cuelga antes de dejarme replicar.

Bufo, guardando mi teléfono en mi bolsillo, el elevador se abre ante mí y entro en este. Solo quiero terminar este día para volver a mi cama.

Hace justo un año había ocurrido la desgracia de mis hermanos y mía, lamentablemente aun no podíamos superarlo.

Nunca me importó que mis manos estuviesen manchadas de sangre, pero nunca me imaginé que la de ella estaría incluída.

— ¡Espera!

Un grito femenino se hace presente pero solo lo ignoro mientras le doy al botón del piso siete. Una mano se interpone entre las puertas, haciendo que estas se vuelvan a abrir de manera automática.

— Lo logré —menciona la chica que se halla fuera del elevador, sujeta sus rodillas y mantiene la cabeza gacha, recuperando el aliento.

— ¿Está bien? —pregunto y alza su mirada, siento que el aire se va de mis pulmones.

« ¿Cómo demonios puede tener rasgos faciales parecidos? »

La chica ante mí, por algún motivo, es la combinación de las tres mujeres de las que mis hermanos y yo nos enamoramos.

Tiene un rostro con varias similitudes con el de Carolina, incluyendo ese lunar en su labio inferior abultado y besable, su piel morena es de la misma tonalidad. Sin embargo es más alta, debe medir aproximadamente 1.68 de altura, eso junto a sus enormes ojos grises son aspectos que tenía Diana. A pesar de esto su cabello es de un color rubio ceniza, largo hasta mitad de espalda, y su conflexión es muy parecida a la de Laya.

Mi primera reacción ha sido la indiscutible sorpresa, pero al notar como ha quedado embelesada mirándome no evito que una sonrisa burlona se pose en mis labios.

— ¿Te gusta lo que vez, pequeña? —pregunto y noto como sus pupilas se dilatan un poco.

Vaya, parece que tenemos a una chica traviesa, quizás ella pueda solucionar nuestros problemas.

— Lo siento, solo...¿me impresioné? —responde y por algún motivo presiento que esa mente suya ha hecho y deshecho conmigo en todas formas y posiciones.

— Será mejor que subas, no puedo seguir reteniendo el elevador —aclaro y parece caer en cuenta de que debía ir a algún lado.

— ¡Por supuesto! —parece acordarse y entra, manteniéndose frente a mí mientras yo recargo mi espalda de la pared del fondo y la observo en silencio. No puedo creer que alguien como ella sea real.

Lleva puesta una blusa negra y una chaqueta de cuero con el logo de alguna banda surcoreana, unos jeans que se ajustan perfectamente a ese delicioso culo y una zapatillas completan el vestuario.

Muerdo mi labio inferior, preguntándome de que color será su ropa interior y como se ajustaría a ese hermoso culito.

De repente voltea y dejo de comérmela con la mirada, pasando a centrarme en el gris de sus ojos.

— Señor, ¿lo he visto en alguna parte? —cuestionó—. Es que su rostro me suena.

No sé si ella me había visto, pero yo le aseguraba que mis ojos no se habían posado en su voluptuoso e increíble cuerpo antes, sino a estas alturas estaría esposada a mi cama.

La Reina de los AraxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora