— Cuando tenía seis años mi padre se divorció de mi madre —comienzo mi relato mientras los tres hombres a mi alrededor me prestan atención—. Mi padre luchó por mi custodia pero no lo logró, poco después mamá se volvió a casar, pero ese maldito intentó varias veces propasarse conmigo.
Los hermanos fruncen el ceño simultáneamente pero no emiten palabra, esperando a que me desahogara por mi cuenta mientras repartían caricias en mi cuerpo con gentileza.
— Pasé toda mi infancia ocultándome de él en mi habitación, mi madre comenzó a drogarse a mis diez años, haciendo que ambos pasáramos más tiempo solos —Mis ojos se cristalizan y siento una opresión en mi pecho—. Hasta ese día a mis quince años...
Los recuerdos dolorosos se aglomeran en mi mente, haciendo que reviva aquel momento desastroso.
Esperaba a mi padre, me llevaría a casa durante ese fin de semana.
Dos días completos lejos de aquel infierno.
No había nadie en casa, mi madre debía estar en algún lugar drogada y mi padrastro no debía llegar hasta la madrugada...
No debía.
Golpearon fuertemente la puerta y bajé corriendo desde mi habitación ya con mi mochila al hombro.
— ¡Papi! —había gritado felizmente al abrir la puerta.
Mi felicidad se fue por el caño al notar que quien estaba tras la puerta no era mi padre.
— ¿Papi? Así si da gusto que me reciban.
Fabián Dauston, el esposo de mi madre, se halla ahí, con esa asquerosa y oscura sonrisa, repasando mi cuerpo con sus oscuros ojos llenos de malicia, el hedor a alcohol llega hasta mi nariz, solo verlo era desagradable.
— Yo...yo voy a...
Intenté subir las escaleras nuevamente y encerrarme en mi lugar seguro, pero su mano tomó mi brazo, su fuerza era mucho más que la mía.
— ¡Suéltame! —grité, forcejeando contra su agarre.
Escuché la puerta dar contra el marco y sujetó mi rostro con una de sus manos, besándome a la fuerza.
Vulnerabilidad. Eso fue lo que sentí cundir por todo mi cuerpo. Miedo, angustia, terror, otras más que añadir a la cuenta.
Mordí con fuerza su labio inferior.
— ¡Hija de puta! —gritó soltándome.
Aun pudiendo sentir el sabor de su sangre en mi boca intenté correr escaleras arriba pero me detuvo, volteándome por el hombro y dándome una bofetada que hizo que cayera y golpeara mi cabeza contra las escaleras.
Comencé a sentirme mareada y luchaba por no perder el conocimiento.
Me arrastré por el suelo, no debía quedarme ahí. Me volteó, haciendo que quedara boca arriba y se encimó sobre mi cuerpo, comenzando a besar mi cuello, haciendo que nauseas vienieran a mí.
— Serás mía, perra —soltó una risa, una asquerosa mientras sentía como desgarraba mi blusa y su lengua pasaba sobre mis senos.
— No... —murmuré mientras mi mente luchaba entre huir o desmayarse.
Alguien de momento gritó mi nombre, un nombre que pareció oírse a kilómetros de distancia, no pude sentir más el toque de aquel sujeto. Miré a mi lado, mi padre golpeaba sin piedad el rostro de Fabián, colocó sus manos en su garganta y él comenzó a retorcerse.
— Papá —dije con la poca voz que me quedaba y todo desapareció.
El sonido de algo golpearse me sacó de mis recuerdos cuando Jace se puso de pie y lanzó un jarrón por los aires, haciendo que este se hiciera añicos contra la pared.
ESTÁS LEYENDO
La Reina de los Arax
Novela Juvenil¿Te gustaría poder traer a la vida real a tus personajes literarios? Sería genial, ¿a que sí? ¿Pero que pasa cuando los personajes que creaste aparecen en tu realidad? Tal vez...¿cool? Pues no lo es cuando son personas de poca empatía, estabilidad...