📚Agua pasada📚

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— Cuando tenía seis años mi padre se divorció de mi madre —comienzo mi relato mientras los tres hombres a mi alrededor me prestan atención—. Mi padre luchó por mi custodia pero no lo logró, poco después mamá se volvió a casar, pero ese maldito intentó varias veces propasarse conmigo.

Los hermanos fruncen el ceño simultáneamente pero no emiten palabra, esperando a que me desahogara por mi cuenta mientras repartían caricias en mi cuerpo con gentileza.

— Pasé toda mi infancia ocultándome de él en mi habitación, mi madre comenzó a drogarse a mis diez años, haciendo que ambos pasáramos más tiempo solos —Mis ojos se cristalizan y siento una opresión en mi pecho—. Hasta ese día a mis quince años...

Los recuerdos dolorosos se aglomeran en mi mente, haciendo que reviva aquel momento desastroso.

Esperaba a mi padre, me llevaría a casa durante ese fin de semana.

Dos días completos lejos de aquel infierno.

No había nadie en casa, mi madre debía estar en algún lugar drogada y mi padrastro no debía llegar hasta la madrugada...

No debía.

Golpearon fuertemente la puerta y bajé corriendo desde mi habitación ya con mi mochila al hombro.

— ¡Papi! —había gritado felizmente al abrir la puerta.

Mi felicidad se fue por el caño al notar que quien estaba tras la puerta no era mi padre.

— ¿Papi? Así si da gusto que me reciban.

Fabián Dauston, el esposo de mi madre, se halla ahí, con esa asquerosa y oscura sonrisa, repasando mi cuerpo con sus oscuros ojos llenos de malicia, el hedor a alcohol llega hasta mi nariz, solo verlo era desagradable.

— Yo...yo voy a...

Intenté subir las escaleras nuevamente y encerrarme en mi lugar seguro, pero su mano tomó mi brazo, su fuerza era mucho más que la mía.

— ¡Suéltame! —grité, forcejeando contra su agarre.

Escuché la puerta dar contra el marco y sujetó mi rostro con una de sus manos, besándome a la fuerza.

Vulnerabilidad. Eso fue lo que sentí cundir por todo mi cuerpo. Miedo, angustia, terror, otras más que añadir a la cuenta.

Mordí con fuerza su labio inferior.

— ¡Hija de puta! —gritó soltándome.

Aun pudiendo sentir el sabor de su sangre en mi boca intenté correr escaleras arriba pero me detuvo, volteándome por el hombro y dándome una bofetada que hizo que cayera y golpeara mi cabeza contra las escaleras.

Comencé a sentirme mareada y luchaba por no perder el conocimiento.

Me arrastré por el suelo, no debía quedarme ahí. Me volteó, haciendo que quedara boca arriba y se encimó sobre mi cuerpo, comenzando a besar mi cuello, haciendo que nauseas vienieran a mí.

— Serás mía, perra —soltó una risa, una asquerosa mientras sentía como desgarraba mi blusa y su lengua pasaba sobre mis senos.

— No... —murmuré mientras mi mente luchaba entre huir o desmayarse.

Alguien de momento gritó mi nombre, un nombre que pareció oírse a kilómetros de distancia, no pude sentir más el toque de aquel sujeto. Miré a mi lado, mi padre golpeaba sin piedad el rostro de Fabián, colocó sus manos en su garganta y él comenzó a retorcerse.

— Papá —dije con la poca voz que me quedaba y todo desapareció.

El sonido de algo golpearse me sacó de mis recuerdos cuando Jace se puso de pie y lanzó un jarrón por los aires, haciendo que este se hiciera añicos contra la pared.

La Reina de los AraxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora