📚La puta ama📚

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Me despierto en la mañana  y me estiro en la cama, tanteo a mi lado y cuando encuentro un cuerpo calentito me apego a este, subiendo mi pierna sobre su cadera.

Siento unas palmaditas en mi trasero mientras mis sentidos se van adaptando a que deben estar despiertos.

Un cálido olor a canela inunda mis fosas nasales y sonrío.

— Buenos días Jace —murmuro sin abrir mis ojos.

— ¿Como sabías que era yo? —cuestiona.

— Tu olor —aclaro aun somnolienta.

En ese momento escucho mi puerta abrirse pero no me inmuto.

— Debo irme, asegúrate de que llegue a tiempo —advierte la voz de Efren y luego siento un beso en mi frente—. Ten un buen día Bombón —Sus pasos se alejan con rapidez.

No pasan cinco minutos antes de que mi despertador suene y me alerte que debo ponerme de pie para ir a la universidad.

— Vamos Conejita, es hora de levantarse —Jace me da una nalgada.

— No quiero —Me quejo acurrucándome más contra él.

— Te aseguro que amaría quedarme todo el día de esta manera, pero Ef me matará si no hago que llegues a la universidad —comenta divertido—. ¿Quieres darte un baño conmigo?

Lo pienso por un par de segundos y termino asintiendo con la cabeza pero no me muevo. Jace suelta una pequeña risa y nos destapa, comenzando a desabotonar la camisa que usé para dormir y a desnudarme poco a poco.

— Demonios, ¿por qué eres tan hermosa? —pregunta más para sí mismo y deja un beso en mi frente.

— Para poder seducirte, ¿funciona? —respondo divertida.

— La verdad es que sí —admite quitando su ropa para después tomarme en brazos y llevarme hasta la bañera en mi baño.

Pasan un par de minutos en los que nos quedamos en silencio. El agua caliente envuelve nuestros cuerpos, tengo mi espalda recostada contra su pecho mientras él me abraza desde atrás.

— ¿No preguntarás? —cuestiono.

— No, tú misma me dirás lo que te ocurre cuando así lo veas conveniente —asegura.

— Ya debes saberlo, eres doctor —recuesto mi cabeza contra su pecho y besa mi coronilla.

— Un doctor solo puede ayudar a tu cuerpo a recuperarse, pero eres tú quien decidirá si estás dispuesta a que tu mente sane.

— Sabes, a veces me caes gordo y en otras solo quiero besarte, ¿que significa eso? —sujeto mi barbilla como si estuviese pensándolo seriamente.

— Significa que me amas —responde en un susurro y hace una pequeña pausa—. Conejita...

— ¿Mhmm? —cierro mis ojos, disfrutando de su calor corporal.

— ¿Recuerdas lo que nos dijiste aquella vez en el bar?

Lo pienso por un momento.

— ¿La parte en que no quería volver a verlos o la parte en que prometí no ser su esposa?

— Ambas —aclara.

Me encojo de hombros.

— Si, ¿por qué? —pregunto confusa por el tema que ha sacado.

Su rostro se vuelve serio y mira algún punto inexistente en la pared por unos segundos antes de hablar.

— Porque me alegro que no lo hayas cumplido.

La Reina de los AraxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora