—No luces muy bien— Seth me ofrece una taza de té de manzanilla, y un tazón lleno de agua y hielo con dos cucharas dentro.
>>Lo vas a necesitar para ir hoy a trabajar— es todo lo que dice antes de regresar a seguir cocinando.
Yo asiento, aunque él ya no me vea.
Sigo tomando el té mientras con mi mano libre tomo una cuchara y la pongo sobre uno de mis párpados hinchados.
—¿Segura que quieres ir a trabajar?— mi mejor amigo hace de todo para que yo esté segura de lo que quiero hacer.
—Sí, la de relaciones públicas dijo que eso era lo mejor— suspiro con la cuchara aún sobre mi ojo.
Creo que he repetido mentalmente tanto que es lo mejor porque la líder de relaciones públicas dijo, que ya no sé si lo creo o simplemente lo memorice.
—Está bien, voy a acompañarte— dice Seth.
Estoy por decirle algo al respecto cuando el teléfono suena.
Seth corre a responder, están llamando de la portería, lo cual me sorprende, apenas son las 7 de la mañana.
¿Quién vendría tan temprano?
—¿Alguien viene a recogerte?— pregunta Seth.
Ahí recuerdo que mi bello jefe Paul iba a venir por mi.
Asiento rápidamente y Seth da la instrucción de que dejen pasar el auto al parqueadero, que no va a quedarse mucho. Acelero la ingesta de comida ya que voy a tener que correr a lavarme los dientes para irme rápido.
Olvidó lo que iba a responderle a Seth cuando tocan la puerta, Paul es rápido, creía que iba a esperarme abajo.
Me levanto a abrir la puerta y un hombre del tamaño de la puerta está allí, mirándome, su pelo negro hacia atrás y su camisa negra hacen contraste con su piel blanca, tiene ojos café oscuro que realmente parece que leyeran tu alma.
—¿Quién es usted?— pregunto bastante confundida y cerrando la puerta un poco para que no pueda entrar.
—Es Greg— sus labios no se mueven, pero escucho una respuesta.
Giro mi cabeza y Christopher McGee está parado con su mano sobre el hombro del supuesto Greg, y con una sonrisa dibujada en su rostro.
—¿Quién?— aunque tengo su nombre, no entiendo qué hace en la puerta de mi casa.
—Greg, tu nuevo guardaespaldas— Christopher parece muy satisfecho consigo mismo, o eso es lo que indica su respuesta.
—¿Nuevo qué?— mi mente está procesando las palabras de Christopher McGee, aunque sigo sin entender a qué se refiere y por qué.
—Guardaespaldas— Christopher sonríe e intenta mirar dentro del apartamento —¿No me vas a dejar conocer tu dulce hogar?— da un paso adelante y yo pongo mi brazo frente a él, apoyando la mano en el marco de la puerta, así no puede pasar.
—No te he invitado a entrar— le recuerdo.
—Pero te traje un regalo y todo— luce seriamente confundido, como si no entendiera mi actitud, a veces creo que realmente es inocente o ignorante sobre las normas básicas de la sociedad humana.
—¿Qué regalo?— busco las bolsas a su alrededor.
—Greg es mi regalo, es para tu uso personal, pero también puede proteger tu casa— sonríe como si estuviera dando el mejor regalo.
Me quedo observándolo fijamente por un par de segundo mientras pienso en las palabras que acaba de decirme, y en cómo no debo malinterpretarlas, aunque haya leído muchos libros para mayores de 18 donde sus historias de sexo tórrido comienzan así.
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Los Labios de Christopher
ChickLitChistopher McGee es el mayor de cinco hermanos, dos de ellos son su viva imagen, son la fotocopia uno del otro, pero solo físicamente, si miras en su interior, es "único e irrepetible," lastimosamente eso lo refleja en su manera de actuar, no sabe s...