—Señorita Rask— lo último que esperaba es que el mismo Christopher McGee me abriera la puerta de su apartamento con una sonrisa plasmada en su rostro, sin contar que no me jugo una broma infantil al no dejarme subir sin problemas, el portero parecía muy al tanto de quien soy y a que vengo.
—Señor McGee— no puedo evitar responder tal como él, aunque su disposición y actitud se ven mucho mejor que en nuestro último encuentro, incluso el suéter gris con capota que lleva puesto no parece cubrir su buen estado de ánimo.
Ojalá siempre fuera así.
—Da gusto ver que se encuentra bien y con un mejor estado de ánimo— casi puedo tocar el veneno que cae de esas palabras, la magia solo duro un par de segundos.
—Da gusto saber que su sentido de orientación y educación han mejorado— le sonrío.
—Sé que no le caigo bien.
—Se equivoca, usted no ocupa ningún segundo de mis pensamientos, solo he venido a petición de mi compañía a trabajar con usted, así que espero que pueda ser profesional y yo me comprometeré a serlo también— le ofrezco mi mano —¿Empezamos de nuevo?— él observa mi mano por unos segundos antes de tomarla y darle un firme apretón.
—Estoy de acuerdo— espere para que dijera algo estúpido, como parecía ser su costumbre a mi alrededor, pero me sorprende que se quede callado y actúe como un adulto.
Realmente no entiendo qué hago aquí, sí, es una buena oportunidad, pero a veces me pregunto si vale la pena torturarme un tiempo o si el individuo realmente se comportara como una persona íntegra.
Por otro lado, estoy empezando a pensar que solo lo hice como una forma de demostrarle que realmente soy buena, ¿es tan malo querer que reconozca mi trabajo? Tal vez puedo llegar a ser un poco caprichosa por ello.
Es una maldición admirar el suyo, porque me siento mal al no tener el mismo sentimiento en retorno.
—Mi nombre es Christopher McGee— deja ir mi mano —Espero aprender de ti— ladeo la cabeza, esto no está bien, realmente no es normal, ¿se está tomando tan a pecho el empezar desde cero? Estoy sorprendida.
—Navier Rask— no puedo evitar fruncir el ceño, hay algo que no se siente bien en toda la situación.
—¿Qué tal si empezamos con un par de notas? ¿Ves algún problema al sentarte al piano conmigo?— señala el instrumento en el medio de la sala de estar.
No hay muchos muebles, básicamente solo está el piano, una guitarra, un mueble negro grande y un cuadro colgando de la pared, además la luz natural que entra por los vidrios que van desde el techo al suelo hacen que todo parezca magico al reflejarse en las paredes blancas.
—No tengo problema— sin pedir permiso dejo mi bolso sobre el sofá y camino hasta el piano, incluso antes que él.
—Soy un grosero y lo olvide ¿deseas algo de tomar? ¿jugo, soda, agua, café?
—Jugo está bien— asiento, no sé realmente que decir ¿lo ha hecho él mismo? ¿Este es un tipo de broma?
—¿Eres alérgica a la fresa?— niego con la cabeza —¿Intolerante a la lactosa?— vuelvo a negar —Entonces el jugo de hoy te viene perfecto, ya vuelvo— asiento para demostrar que le estoy poniendo atención.
Siento que estoy alucinando, no puedo creer que este hombre haya tenido un cambio de actitud ¿o siempre ha sido así y solo oculta su verdadera personalidad ante la gente?
La verdad no estoy muy segura de que pensar, y lo peor es que prometí iniciar de nuevo, por lo cual no puedo hacer un comentario sarcástico sin dañar la atmósfera, bueno, no al menos aun, hasta que estemos a gusto y lleguemos a ser amigos no puedo sacar mi lado oscuro, aunque no estoy segura de que llegue a mostrárselo.
ESTÁS LEYENDO
Los Labios de Christopher
ChickLitChistopher McGee es el mayor de cinco hermanos, dos de ellos son su viva imagen, son la fotocopia uno del otro, pero solo físicamente, si miras en su interior, es "único e irrepetible," lastimosamente eso lo refleja en su manera de actuar, no sabe s...
