Capítulo 2: vida cotidiana

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—Entonces... ¿vas a trabajar con Christopher McGee?— pongo los ojos en blanco ante la pregunta de mi compañero de piso y mejor amigo desde el último año de colegio: Kevin —¿Me lo presentas?— suspiro de manera audible mientras abro la nevera —Quiero decir, a ti no te gusta, pero eso no quiere decir que a mi no me pueda gustar.

—Yo en ningún momento dije que no te puede gustar— tomo lechuga, tomate, cebolla, pepino y zanahoria antes de cerrar la puerta de la nevera, quiero una cena ligera, y el sándwich de esta mañana me inspira para ello —Es un país libre, haz lo que se te dé la gana— llevo los vegetales hasta la encimera.

—Entonces ¿me lo vas a presentar?— insiste mientras se sienta a observarme en la barra americana, en la cual desayunamos todas las mañanas.

—No te voy a presentar a nadie porque no voy a trabajar con él, no quiero, es un impertinente que cree que el mundo gira a su alrededor— tomo un bol y me dispongo a lavar las verduras.

—Pues yo podría girar a su alrededor sin ningún problema— suspira de forma audible y teatral.

Estoy segura que se está imaginando todos los escenarios de su historia con Christopher McGee y probablemente en un 90% de ellos no tienen ropa y en el otro 10% se la están quitando.

—No lo dudo— abro el grifo y enjuago lo que será mi comida en unos minutos.

—¿No puedes perdonarlo y simplemente trabajar con él? Tal vez no quiso insultarte a ti, puede ser que tus letras no son su tipo, nada personal— Kevin se apoya en la encimera, justo a mi lado mientras sostiene una manzana en su mano —Todos tenemos diferentes gustos, además no está de más ganar un poco más de reconocimiento, salir un poco de tu zona de confort— se encoge de hombros —Yo solo veo puntos positivos y ninguno negativo al trabajar con ese bombón— da un mordisco a su manzana —Solo piénsalo.

Cierro el grifo, tiro el agua que no necesito en el bol y lo pongo a un lado mientras vuelvo a la nevera.

>>¿Lo estás pensando, Nav?— Kevin insiste.

—Algo así— abro el congelador y saco el pollo en cuadritos que tenemos allí, pueden ser una buena proteína para mi sándwich, solo tengo que ver si tenemos pan.

—¿Sería tan malo intentarlo?— él insiste en hablar del tema.

—No sé— saco el pollo de la bolsa, lo pongo en un plato y directo al microondas para descongelar.

Camino a la alacena para fijarme si hay pan, el cual no es visible por ningún lado, pero si hay tostada. Mientras hago esto, permanecemos en silencio, aunque no dure mucho.

—¿En serio es tan maldito?

Hoy el menú será una ensalada, no hay de otra.

—Pues un poco bastante engreído sí es, actúa como si fuera el mejor y me pone los pelos de punta— regreso a mis productos verdes y comienzo a cortar el tomate.

—Pero...— Kevin espera que termine mi oración.

—Pero tengo que admitir que me gustan algunas melodías de sus canciones y que siempre he querido escribir con una de ellas en mente— no lo miro y sigo cortando.

—Es algo con lo que puedes trabajar— él solo me mira —¿Cuándo cumple años?

—¿Y yo qué sé? ¿Me viste cara de fan?— lo miro un momento, antes de que pueda responderme suena el microondas.

—Buscaré en San Google, él siempre tiene las respuestas— saca su celular del bolsillo y sigue comiendo la manzana mientras busca en el celular.

Tomo los cubos de pollo que ahora están descongelados, pero nadando en agua. Retiro el agua, enciendo el fogón, pongo los trozos en un sartén, un poco de aceite, agrego algunas especias y dejo que se cuezan.

Los Labios de ChristopherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora