Capítulo 16: gusto

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El corredor es algo estrecho, un poco inusual para ser un recibidor, casi podría jurar que es uno de esos pequeños armarios donde guardar los abrigos. En un costado hay una cómoda de un color caoba, con muchos cajones, un diseño viejo y alto; sobre esta yace un florero con rosas rojas.

Mucho rojo.

Parada a un metro de nosotros, se encuentra una mujer con una gran sonrisa, como si estuviera realmente aliviada de vernos y feliz de poder atendernos.

¿Quién realmente siente eso cuando está en el sector de servicio al cliente?

Sacudo la cabeza y vuelvo una vez más mi atención hacia la decoración.

Es rojo, oscuro, algo sensual. Punto positivo, solo lo son detalles de la decoración y no de la iluminación, así que a los ojos se ve placentero. Si su objetivo era desbordar pasión, lo consiguieron.

—Bienvenidos, es momento de dejar a su boca experimentar— una mujer joven de pelo castaño oscuro y quien lleva un pantalón oscuro y una camisa blanca, nos saluda.

—Eso suena prometedor— Christopher alza una comisura de su boca, parece satisfecho.

—Aquí pueden recuperar sus otros sentidos— la anfitriona nos señala con su mano.

—¿Puedo hablar sin quedarme sorda?— pregunto rápido, me tapo un oído y el otro lo apoyo en el hombro de Christopher para amortiguar el inevitable sonido aturdidor, pero nada pasa, solo mi garganta que está algo carrasposa por no hablar en un rato, nada que no se solucione con un vaso de agua.

En ese momento me vuelvo consciente de que aún tengo mi mano entrelazada con la de Christopher. Intento separarme de él, pero no lo permite y solo utiliza su mano libre para retirar la venda de sus ojos.

McGee parpadea un par de veces, ajustando sus ojos a la nueva luz.

—Interesante— su ojo izquierdo permanece cerrado mientras él observa dónde estamos —¿Dónde estamos?— frunce el ceño, no estoy segura de si es porque sus ojos aún no se ajustan a la luz, o por el hecho de que no ve el camino de ingreso a este lugar.

—No lo sé— me encojo de hombros —No sé a dónde llegamos, pero sé por dónde vamos— le sonrío en cuanto me mira.

—Bueno, peor es nada— es su turno de encogerse de hombros.

La sonrisa se queda en mi rostro por un rato, Christopher sabe cómo recordarte que todo está bajo su control aunque seas tú quien tiene la información, él es realmente todo un personaje, me pregunto cuál es la fuente de toda su confianza.

—Por cierto— miro nuestras manos entrelazadas —¿Me devuelves mi mano?

—Estamos en una cita— y así es como Christopher McGee dice "no" a mi solicitud.

La anfitriona abre la puerta color caoba tras ella y nos hace una seña para ingresar. No lo dudamos y entramos tomados de la mano.

Ahora que he recuperado mis sentidos y no hay ningún tipo de distracción, soy consciente de que una parte de mi cuerpo está unida de forma estrecha con una parte del cuerpo de Christopher McGee.

Podría ser peor, digo, podría tener algo dentro de mí, debería agradecer de que solo son manos entrelazadas.

Somos guiados a una mesa. Nos sentamos en una mesa justo en el medio del lugar. Si fuera muy grande todo estaría bien, nos perderíamos con la gente, sin embargo, estamos justo en medio de un espacio pequeño, estoy acompañada de un hombre atractivo, lo que equivale a muchas miradas furtivas dirigidas a nosotros, sin contar que creo que algunas personas lo han reconocido.

Los Labios de ChristopherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora