Capítulo 5

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Afganistán.

Momentos después de haber sido lanzada la bomba "Astaroth"

SHAITÁN.

Han transcurrido cuatro interminables años desde que perdí rastro de mi Fénix. He estado buscándola sin descanso, pero esa astuta criatura ha logrado escapar de mis garras. Es como si la tierra misma se la hubiera tragado, ocultándola de mis ojos. A lo largo de estos años, he sentido su ausencia como un vacío en mi ser, un agujero que solo ella puede llenar. Extraño su presencia a mi lado, anhelo ver sus ojos, su sonrisa, sentir su cálido cuerpo junto al mío.

La desesperación me consume, y la cuenta regresiva ha comenzado. Si ella no aparece antes de que el plazo venza, todo por lo que he trabajado, todo lo que he construido, se desmoronará en pedazos. No puedo permitir que eso ocurra. Mi mundo, mi identidad, mi orgullo no tolerarían tal humillación.

No me perdonaría jamás si ese despreciable individuo se burla de mí desde la tumba. Por otro lado, tengo a la bestia respirándome en la nuca, el maldito bastardo que me ha acorralado. Ha tomado la mitad de lo que con tanto esfuerzo conseguí, y el golpe en Libia sigue ardiendo, una llaga constante en mi orgullo. Pero eso es algo que le tengo reservado. Ese miserable crío entenderá que enfrentarse al diablo conlleva consecuencias inimaginables.

No habrá piedad, no habrá misericordia. Cada paso que tomo, cada movimiento que hago, está teñido de despiadada determinación. Mis enemigos sentirán mi ira y mi venganza, y no descansaré hasta que todos hayan conocido el precio de cruzar mi camino.

—Mi señor... —la voz de mi fiel colibrí se quiebra al irrumpir en mi oficina.

Sus ojos, reflejando una agonía insoportable, se cruzan con los míos.

—Habla —gruño, apenas conteniendo la furia que hierve en mis venas.

—Atacaron Isfahán, quedó reducido a escombros, mi señor —sus palabras son como un puñal que se clava en mi corazón, y las lágrimas caen de sus ojos mientras habla.

—¡HIJO DE LA GRAN PUTA! —bramo, la ira haciéndome perder el control. La impotencia se mezcla con el dolor, y siento cómo la cólera se apodera de mí, nublando mi razón. Arrojo todo lo que tengo a mi alcance, dejando que el caos se desate en la habitación.

—¡LÁRGATE! —grito, expulsando a mi colibrí de la oficina con un gesto brusco. La puerta se cierra tras ella y quedo solo en medio de la devastación que he creado, mi respiración agitada y el corazón latiendo con ferocidad.

Ese hijo de perra volvió a joderme, una vez más hundió sus garras en mi vida. Maldito perro, no descansaré hasta que pague por esto. La ira se mezcla con la desesperación, y siento cómo la sed de venganza consume cada rincón de mi ser. Isfahán, mi ciudad, mi bastión, reducida a cenizas.

«Calma, calma que no estás donde estás por dejarte llevar por tus emociones» «Ha cruzado una línea y vera que conmigo nadie se mete»

Inhalo profundamente, saco mi celular y llamo a mi hijo.

—Es momento de regresar Leviathan —le ordeno y asiente.

Salgo preparándome para mi revancha, calmando mis sentimientos que la venganza se sirve fría, sonrió, ya que el golpe que le daré será tan doloroso que no podrá levantarse.

...

Me enmascaro y adentro en la habitación de uno de los únicos seres capaces de calmar mi furia. Sin embargo, el espacio está vacío cuando entro.

—¿Dónde está? —inquiero a la esclava con un tono áspero.

—Está en su laboratorio, señor, con sus colibríes —me informa con temor.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora