Jack
El aire del Ártico cala en mis huesos, pero aún siento la maldita adrenalina corriendo por mis venas. Las estrellas iluminan el camino; sujeto firmemente el arma mientras sigo a T y a la rubia. Alexander está absorto en sus pensamientos.
—¡Puta madre! —exclama la rubia abrazándose para darse calor. —¿Te perdiste?
—No me perdí —le responde T, siguiendo su camino, soltando una media sonrisa que me detiene el corazón.
«¿Qué mierda me sucede?»
Cada vez que lo miro, el recuerdo de esa noche me golpea con fuerza, haciendo que la piel se me erice y el puto corazón me lata con furia. Hace años que no me sentía así, tan fuera de control, tan atrapado por mis propias emociones. ¡Y joder!, no debería sentirme así por esa maldita rata. Él me encerró aquí, chantajeó a Viktor solo para separarlo de mí, porque no tiene los huevos suficientes para admitir que lo ama.
«Si es que a eso se le puede llamar amor.»
Porque aunque caí como un pendejo en su puta estrategia de enredarse conmigo, lo que sucedió esa noche, la maldita pasión que nos consumió, no puede ser fingida. Lo sentí, experimenté su entrega total, y esa mierda me desconcierta, me fastidia. ¿Por qué demonios decir que ama al hacker para después dejarse follar por mí de esa manera?
—Si te perdiste —le dice la rubia.
—Qué no.
—Sí, lo hiciste y ahora para sobrevivir al frío tendremos que desnudarnos y... —la rubia guarda silencio cuando Alexander la fulmina con la mirada y yo también.
«Esta es otra mierda.»
Desde Devil, no había experimentado estos celos enfermizos, los cuales me consumen, me dominan y sacan a relucir lo peor de mí. Con él, nunca pude ocultar esta parte de mi ser, por eso lo mantenía a mi lado, por eso no deseaba que dejara de luchar, porque temía su partida, su abandono. Y ahora, estos mismos celos los estoy sintiendo de nuevo con esa maldita rata. Cada vez que lo veo con la rubia, cada vez que observo cómo le sonríe como lo está haciendo ahora, siento como si me estuvieran arrancando el alma misma, a la vez que mi mente me grita que es mío, solo mío.
«¿Qué mierda dices, Jack?» Niego tratando de centrarme, pero entonces veo como el hijo de puta le mueve el cabello del rostro y...
—¡Ya! —grito de nuevo, «¡Maldita sea, Jack!». —Dejen de perder el puto tiempo en juegos y avancen.
—Se enojó el abuelito —susurra la rubia sacándome de quicio.
—Más les vale que lleguemos rápido —dice Alexander; veo como sus ojos se oscurecen, como la mira con posesividad y es cuando confirmo que algo debe tener esa maldita rubia para lograr que él reaccione así.
Fui testigo del amor que le profesó a Alena, y presencié cómo durante meses se convirtió en poco más que un espectro, un cascarón vacío de vida. No quedaba rastro de su esencia, era como si su alma se hubiera desvanecido por completo. Ni siquiera la princesa logró despertarlo de su letargo. Vi el tormento reflejado en sus ojos, el dolor que lo devoraba desde adentro.
Él no se daba cuenta, pero yo lo observaba llorar en silencio noche tras noche. Estuve a su lado cuando la fiebre lo arrasaba, lo vi suplicar por ella, suplicar por un alivio que nunca llegaba. Y entonces, un día, llega esa maldita rubia. Con una sola mirada, con una sonrisa, lo revivió. Fue como si de repente la luz hubiera vuelto a su vida.
Pero eso me confundió. Incluso por un breve instante de locura, pensé que Alena había reencarnado en la rubia para sacarlo del abismo en donde estaba. Porque solo eso podría explicar que Alexander la mirara de esa forma, con la misma intensidad con la que solía contemplar a su pelirroja. Pero la reencarnación es solo una fantasía, los muertos no pueden regresar a la vida. Así que me queda claro que la rubia solo está jugando con él, imitando las mismas acciones que solía hacer ella, con la esperanza de lograr que Alexander caiga en su trampa.
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Anhelo
Romance"Anhelo", guarda para desatar una tormenta de emociones que solo se intensifica después de haber recorrido las páginas de "Prohibido". Los caminos de Alena Russell y Alexander Hoffmann se cruzan una vez más, luego de años en que la vida los ha separ...