"Anhelo", guarda para desatar una tormenta de emociones que solo se intensifica después de haber recorrido las páginas de "Prohibido".
Los caminos de Alena Russell y Alexander Hoffmann se cruzan una vez más, luego de años en que la vida los ha separ...
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—No creo que sea prudente —comenta Viktor mientras mueve sus dedos sobre el teclado de su computadora. Estamos afuera del Palacio, en la parte trasera, donde, según el hacker, el acceso es más fácil.
—Nadie aquí pidió tu opinión. Por tu propio bien, será mejor que burles esas defensas. Si no, empieza a empacar tus mierdas. No tengo tiempo para incompetentes. ¡Muévete! —le ordeno sin apartar la mirada de mi tablet.
Vasilisa lleva horas buscando ese maldito cubo, sin lograr hallar nada.
«No debí dejarla regresar».
Desde que se fue, una jodida sensación en el pecho no me deja en paz. Algo me incomoda y no sé qué demonios es. Solo sé que no estaré tranquilo hasta que esté a su lado. Solo junto a ella puedo calmar esta maldita ansiedad que apareció en el momento en que supe que seguía con vida. Desde entonces, no he dejado de darle vueltas a la cabeza, llenándome de dudas.
¿Qué pasa si vuelvo a perderla? ¿Qué carajo haré si vuelve a hacerse la heroína, si vuelve a ponerse en riesgo? El miedo de perderla constantemente me tiene como un león enjaulado. No respiro, no como, y sé que no podré cerrar los ojos ni un maldito segundo si no está a mi lado, si no la tengo en mis brazos.
«Déjate de mierdas y hazlo a tu modo».
Mi subconsciente me grita que la tome y la amarre a mí con grilletes para que no haga tonterías. Me exige que haga lo que debí haber hecho desde el principio, pero no lo haré. Ya no soy lo que era antes. La vida de mi bebé está en riesgo, y aunque tenga que tragarme mi puto orgullo, haré lo que ella me pida. Mantenerlo con vida es lo único que importa, la única meta, y la única opción.
Además, soy consciente de que, para hacerlo a mi modo, debo regresar y recuperar lo que me pertenece, lo que me tomará meses, meses en los que su vida estará en riesgo, meses en los que ella vivirá en agonía. Y joder, ya no soy capaz de verla sufrir. No puedo soportar ver más lágrimas caer de su rostro. No soy capaz de ello. Cuando se trata de ella, me vuelvo incapaz de controlar mis emociones.
—¡¿Qué mierda te toma tanto tiempo?! —bramo, pasándome las manos por el cabello.
Algo anda mal, lo sé. Siempre me he fiado de mi instinto asesino, y esto no es solo mi deseo de verla. Hay algo más, algo que me está carcomiendo las entrañas. Es como si ella me llamara, como si fuera un imán que me atrae hacia ella. No entiendo por qué demonios no puedo mantenerme tranquilo.
«¡Mierda, Alexander, estás perdiendo la maldita cabeza!».
Lo sé, maldita sea, ¡claro que lo sé! Desde que descubrí la verdad, mi posesividad, mis celos, mi amor, todo se ha intensificado. Ahora soy más salvaje, más letal, porque no hay una jodida forma de que vuelva a perderla. Antes de permitir que me arrastren de nuevo a ese infierno, destruiré todo el maldito planeta si es necesario. No habrá piedad, no habrá tregua, porque sin ellos, no hay nada que merezca ser salvado.