Capítulo 63

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Manas capitulo dedicado a Dana de Telgram no tengo su usuario aqui pero cumple añitos.

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Pd: Recuerden que amamos a la escritora, lean hasta el final, haya me dicen lo que gusten.

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Algo cala mis ojos. Aprieto los párpados con fuerza y muevo el rostro, tratando desesperadamente de ocultarme de la luz.

«Duele».

El cuerpo vuelve a dolerme como aquella vez, un dolor punzante que me obliga a abrir los ojos, encontrándome en una habitación amplia y desconocida.

«¿Apareció?», sonrío al sentir ardor en medio de mis piernas.

—¡Volviste! —suelto con una alegría enorme, dándome la vuelta rápidamente, pensando que lo encontraría a mi lado, solo para encontrarme con un lugar vacío.

«Él no se pudo ir de nuevo». Lo sé, él no se iría por segunda vez sin hablar conmigo, sin despedirse. Me levanto, manteniendo esa alegría intacta, una alegría que no había sentido en días. Corro, buscándolo.

—¡Alexander! —grito su nombre al abrir la puerta del baño.

Al no encontrarlo, salgo corriendo fuera de la habitación, gritando y gritando su nombre una y otra vez, caminando por el pasillo, corriendo con ansiedad, pero no hay nadie, parece que soy la única persona aquí.

—No se fue, no pudo irse otra vez, no —corro de regreso a la habitación, buscando frenéticamente una nota, algo que me diga que no me dejó de nuevo, que no se fue, dejándome como si fuera... como si fuera...

«No».

—Se fue... de nuevo —susurro al fin, sintiendo cómo el aire se me escapa. Me llevo la mano al pecho, inhalando y exhalando con dificultad, sintiendo que me ahogo, buscando desesperadamente un poco de aire. Las náuseas me avasallan de nuevo, corro al baño tratando de devolver algo, pero no puedo.

Espasmos recorren mi cuerpo mientras las lágrimas me empapan las mejillas.

«Vasilisa, respira, respira».

—Se fue, se fue de nuevo.

La tristeza y la ira se mezclan, nublándome la razón. Comienzo a gritar, a romper todo lo que está a mi paso. Grito con todas mis fuerzas, desgarrándome la garganta, llorando de impotencia, llorando de cansancio. Porque una vez, una vez es entendible. El Fénix lo lastimó, lo hirió, y entendí por qué se enojó. Pero esta vez, esta vez fue con dolo. Se fue sabiendo muy bien que me lastimaría, se fue sabiendo que me causaría daño.

—Señora —escucho una voz rusa, pero no puedo detener mi llanto, no puedo. —Señora, ¿se encuentra bien?, ¿qué le duele? —me pregunta acercándose. Siento cómo me cubre con algo y cómo sus brazos me rodean. —Todo va a estar bien, llore, estoy aquí.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora