Capítulo 41

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Chicas, iniciamos la cuarta fase. Serán las mismas dinámicas, así que ya se las saben.

Ahora, algunos puntos antes de leer: En todos los POV se revelarán cosillas, así que es importante que se lean todos. Algunas me han dicho que se saltan algunas partes y luego son las mismas que me escriben para decirme que no entendieron nada. Así no se puede, manas.

Aquí es donde vamos a conocer los secretos más oscuros de todo el mundo, así que seamos fuertes, manas. Las quiero.

Disfruten la lectura.

Disfruten la lectura

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Washington D. C.

MESES DESPUÉS.

—Déjame, yo lo hago —le pido a la enfermera, quien asiente al salir de la habitación de mi pequeño. —Hola, buenos días, mi cielo. ¿Cómo amaneciste? —comienzo a hablar con él mientras abro la ventana y separo las cortinas para que los rayos del sol entren.

Después me ocupo de cambiarle las flores y poner su música favorita, preparando el ambiente para que esté tranquilo. Acercarme a él sigue siendo difícil, pero es un logro poder tocarlo después de haberlo visto a través de un cristal o de una tablet.

Me dedico a bañarlo, limpiar su cuerpecito, cambiarle la ropa y las sábanas, además de ayudarlo con algunos ejercicios para facilitarle el movimiento cuando despierte. Mientras realizo estas tareas, le hablo sobre mi día en el trabajo, comparto las dificultades que he enfrentado para adaptarme y trato de que las noticias que reciba sean positivas. Es por eso que termino casi siempre en silencio, ya que con el tiempo se hace más difícil la pérdida de toda mi familia.

Gracias a él y a Barbie, he logrado mantenerme en pie. A pesar de que cada día hablo un poco menos, encuentro consuelo en su compañía, ayudándome a superar la difícil realidad que enfrentamos.

—Amor, no sabía que llegabas hoy —me dice Barbie al entrar a la habitación.

Había estado de viaje por una semana, supervisando las fundaciones y ayudando lo más que pude a los damnificados en Europa.

—Sí, adelanté mi vuelo para darte una sorpresa, pero no te encontré y vine a verlo. Ya lo cambié; solo falta ponerle el suero —le explico abrazando su cintura. Ella se inclina y me da un corto beso en los labios.

—Déjame, yo lo hago —me dice, extrayendo de la mesita de noche una caja gris opaca.

—Es la cuarta —susurro, y ella asiente forzando una sonrisa que no le llega a los ojos.

«Falta poco, mi amor»

Pienso al ver que tres de los doce compartimentos están vacíos. Eso significa que cada día que pasa estamos un paso más cerca de que mi niño despierte.

Doce sueros, doce meses.

Fue la instrucción que recibí el día en que me lo devolvieron, un día que no podré olvidar jamás. Así que la observo preparar el suero de un tono lila fosforescente mientras recuerdo aquel día en que tuve que tomar una de las decisiones más difíciles de mi vida.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora