Capítulo 60 parte II

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Manas!!! Capitulo adelatado por llegar a la meta y superarla!

Capitulo dedicado a Fatima Espinoza, una chiqulla de Telegram, por su cumpleaños el cual es mañana. Felicidades Faty! ✨✨✨

—Ya ingresó el Boss —nos informa Viktor por el auricular

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—Ya ingresó el Boss —nos informa Viktor por el auricular.

«Es hora».

Dick y yo entramos a una de las cabinas, mientras Viktor, Irina y Beca se mantienen en sus posiciones, esperando mis indicaciones.

—¿Encontraste algo? —pregunta Dick a Viktor en voz baja.

Cree que no le estoy prestando atención, pero lo hago. Sé que está desesperado y furioso con Jack por haberse ido sin decir nada.

«Jack está en serios problemas», dice el fénix mientras Dick suelta un bufido de frustración. Me hace gracia verlo así. Lleva un holograma facial que proyecta el rostro de Vikram, pero su voz es inconfundiblemente la suya.

—Déjame adivinar, ¿no dejaron ningún rastro, verdad? —pregunto, tratando de contener mi sonrisa.

—No, parece como si se los hubiese tragado la tierra —responde, levantándose del sillón y dirigiéndose al minibar para servirse una copa de coñac.

«Escóndete bien, mi amor, porque si te vuelvo a ver, vas a lamentar haberme dejado solo con una jodida nota», pienso, imaginando miles de escenarios ficticios donde le hago pagar su osadía.

—Deja de buscarlos, enfócate en lo importante —le ordeno mientras reviso mi tablet. El punto rojo que palpita sobre el mapa digital me hace soltar una ligera sonrisa.

—¿Aún seguirás con esa idea? —me pregunta, mirándome de arriba abajo.

Llevo una gabardina negra que me cae hasta los tobillos y un antifaz que oculta la mitad de mi rostro, para darme un toque misterioso ya que según mis investigaciones, solo hay una forma de hacer que el Boss baje la guardia: explotar su codicia. Tipos como él, que creen tenerlo todo, solo sucumben ante un desafío irresistible. Debo presentarle una meta tan seductora y aparentemente inalcanzable que lo obsesione, que lo haga olvidar toda precaución y arriesgue todo para conseguirla. Es un juego estratégico, donde su ambición será su perdición.

—¿Tienes miedo? —le pregunto, mirándolo de reojo. Él suspira, me entrega un martini y se sienta a mi lado.

—A la dama de la bestia no se le mira, no se le desea y mucho menos se le piensa —recita. Yo sonrío, esta vez con más malicia.

—Qué alivio que no soy la dama de la bestia, o estaríamos en un lío monumental —suelto con ironía, y Dick solo niega con la cabeza.

—Un día de estos, tu marido me va a mandar al más allá, y te juro que si pasa, regresaré para atormentarte, maldita loca —dice, masajeándose las sienes con una mano.

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