Capítulo 37

32.1K 3.2K 2.7K
                                    

Manas capitulo por llegar a la meta! Sigan asi, las amo desviadas. 

Pd: Si quieres dormir bien, leetelo mañana. 

—Ya me voy

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ya me voy. ¿De verdad no te vas a despedir? —me pregunta el tonto de mi hermano entrando a nuestra habitación. Me doy la vuelta, ignorándolo por completo. ¿Cómo se le ocurre abandonarme? —¿Sigues molesta? —insiste.

—Déjame sola. Abandona hogares. —le digo, aferrándome a mi almohada como si mi vida dependiera de ello.

—Sí, sigues molesta. —dice con su tonta sonrisa, acercándose a la cama. Este se pone en cuclillas y trata de que lo mire, pero cierro los ojos para no verlo. Alex tiene un no sé qué en la mirada que te obliga a dejar de estar molesta con él. —Mírame. —insiste poniendo su mano en mi cabello.

—No quiero. —sigo molesta, así que me doy la vuelta y acto seguido él está del otro lado de la cama.

—No quiero irme si mi otra mitad está molesta conmigo. Si no se lo hubiese prometido a Sam, sabes que no iría. Pensé incluso en disfrazarte de hombre para que me acompañaras, pero papá se negó. Ya lo conoces, es un hombre sin visión. —sigue sacándome una sonrisa.

—Estamos en pleno siglo XXI y aún hacen campamentos solo para niños, no me gusta. —le respondo. —Y no me gusta que hayas planeado un viaje sin mí. Somos tú y yo, los dos, 2x1, así que vete, sigo molesta. —vuelvo a darme la vuelta.

—Prometo no volver a hacer nada sin ti, lo juro. Anda, Ali ¿Sí? —insiste. Abro los ojos, encontrándomelo con la barbilla recargada en ambas manos, viéndome con esos ojos de gatito que pone cada vez que se quiere salir con la suya. Aunque tenemos el mismo azul, el suyo es más intenso; además, sus pestañas pobladas lo hacen verse más tierno cuando hace pucheros.

—Es una promesa, Alexander Hoffmann. —le digo rendida ante su carita.

—Lo haré. No volveré a abandonarte. Cuando regrese, haremos todo juntos, como uña y mugre. Tú eres la mugre. —dice y lo empujo. Se levanta y se acuesta a mi lado. Me acurruco sobre su pecho, mientras siento cómo me deja miles de besos en la frente.

—¿Cómo podré dormir? —le pregunto. El aroma de mi hermano siempre logra calmarme. —En doce años no he dormido sola, nunca.

Cuando éramos niños, nuestros padres trataron de hacernos dormir en diferentes cuartos, pero Alex siempre se escabullía para venir a acompañarme. Me decía que no le gustaba dejarme sola, que él era responsable de mí.

—Puedes dormir con nuestros papás. Dudo que se nieguen. —me dice—O puedes dormir con esto. —dice separándose de mí, se inclina de un lado de la cama y me muestra un pequeño oso de felpa.

—Era tu favorita, Alex. —le digo con lágrimas en los ojos, viendo que el osito trae una playera hecha con tela de su camisa favorita.

—No tengo cosas favoritas, sino personas, y tú eres mi persona favorita. —me dice volviendo a abrazarme. —Me la dejé puesta todo un día y le rocié un poco de mi colonia.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora