Capítulo 42

36.5K 2.9K 3.7K
                                    

MORGAN RUSSELL

 —¿Qué mierda acabas de decir? —pregunto, sintiendo cómo se me forma un agujero negro en el estómago.

—Dije: "Bienvenido seas, Shaitán" —repite con un tono grave y siniestro, acomodándose los puños de la camisa.

En ese momento, varios hombres de traje y con máscaras entran a la sala, deslizándose como sombras. Todos, incluyendo a Jared, avanzan hacia mí lentamente, se arrodillan e inclinan la cabeza, formando una especie de reverencia macabra.

—¡Bienvenido, mi señor! —dicen al unísono. La piel se me eriza y la cabeza me comienza a dar vueltas.

«¿Qué mierda pasa?»

—Dejen de decir pendejadas, ese maldito murió —digo en voz baja. Las manos me sudan y siento como si mi pecho hiciera implosión al ver tanta devoción.

—Uno de ellos murió —confiesa el maldito de Jared, levantándose. Todos los presentes siguen su ejemplo, deslizándose hacia una mesa lateral y tomando asiento, mientras los guardias me arrastran hacia la cabecera de la mesa. —Pero no fue el que mató a tu esposa —continúa, detallando. Trato de ver dónde está la trampa, porque este ser no puede ser el hombre que conocí. Este no es el abuelo de Narel, no puede ser el padre de los mellizos. Su mirada llena de arrogancia me causa asco.

—Alexa te está buscando, Alex está en la mierda, y Narel no puede perdernos a nosotros también. ¡Mierda, recapacita! —grito desesperado. Vuelvo a tratar de quitarme las esposas, pero es imposible.

—Llámenla —ordena sin mirarme.

—Jared —le hablo. No puede estar haciendo esto. Narel no puede perdernos a nosotros también. No puede quedarse sola. Es solo una niña, aunque todos quieran verla como una adulta. Es una bebé, y en este momento debe pensar que la abandoné. —Deja de hacer esta mierda. Si es un juego, te juro que es de mal gusto.

—¿Aún no la llaman? —pregunta una mujer enmascarada entrando a la sala. Sus ojos me dejan estático y, por alguna razón, logran calmarme.

«¿Qué mierda?»

—Ya no tarda, mi señora —habla otro hombre, con la voz temblándole. Parecen animales indefensos al mantener la cabeza baja ante ella.

No estoy entendiendo nada. La cabeza sigue doliéndome horriblemente, el recuerdo de Narel no desaparece. No quiero hacerla llorar. No quiero que deje de hablar de nuevo. ¡Maldita sea! No puedo fallarle a ella también.

—¡Déjenme ir! —suplico, llorando de impotencia. —Díganme qué carajos quieren de mí. Se los daré, les daré toda la mierda que necesiten, pero déjenme ir. ¡Ella me está esperando! —grito desesperado.

"—Tú no puedes irte, ¿entendido? No me puedes dejar, tú también."

—¡Jared! —vuelvo a gritar, pero nadie dice nada. Se quedan callados mientras a mí el desespero me está consumiendo.

—Mi señor —entra una mujer de cabello rubio. Me mira y su mirada me causa escalofríos, ya que cada ojo tiene un color diferente.

—Tráelo de vuelta —dice la mujer, a la que no puedo dejar de mirar.

La rubia asiente acercándose.

—¡No me toques! —forcejeo, pero no me hace caso. Pone sus manos frías en mis sienes.

—Trezeşte-te —susurra cerca de mi oído.

La habitación se torna borrosa a mi alrededor. Es como si estuviera mirando a través de un túnel oscuro y estrecho. Una presión intensa se acumula en mi cabeza, como si miles de agujas estuvieran perforando mi cráneo de adentro hacia afuera. Cierro los ojos con fuerza, pero el dolor persiste, implacable, incesante.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora