Capítulo 15

72.6K 5K 4.3K
                                        

—Señor la princesa no quiere comer —me informa la empleada y dolor de cabeza se intensifica, me masajeo la sien conteniendo la respiración

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Señor la princesa no quiere comer —me informa la empleada y dolor de cabeza se intensifica, me masajeo la sien conteniendo la respiración.

Solo vino a desestabilizarla, ¿Para qué venir y luego irse? La niña solo queria que ella se disculpara, que la buscara ¿Era tan difícil? Ahora Narel no ha comido ni dormido bien, lleva tres días esperando a que su mamá la llame, piensa que su mami dejo de quererla por haber sido grosera. «¡Maldita sea! ¡Solo tiene 3 años!» ¿Cómo puede ignorar a su propia hija así?

Cuando pienso que Alena no puede decepcionarme más, viene y hace esto, lastimármela de esta manera.

—Dile a Max que venga.

—Si señor.

Y para colmo cada vez que cierro los ojos, las imágenes de ese momento vuelven a mí como un tormento implacable. Los gemidos y los jadeos, la urgencia y el deseo desenfrenado, la estrechez que me lastimó y me enloqueció al mismo tiempo. No importa cuánto trato de apartar esos recuerdos, están ahí, persistentes como un eco en mi mente, martillando mi cabeza una y otra vez.

No quería ceder, no quería tocarla, no quería darle el placer de saber que me afectaba. Pero la verdad es que no pude resistirme, la atracción entre nosotros seguía siendo tan fuerte como siempre. Por más que intenté negarme a la tentación, mi cuerpo tenía su propia agenda y se entregó al placer de tenerla de nuevo entre mis brazos. Y ¡Joder! Fue delicioso. Fue un placer absoluto que me arrastró a un abismo de lujuria y deseo.

Si me hubiera pedido quedarme, si hubiera sugerido que olvidáramos todo y empezáramos de nuevo, lo habría hecho. Habría caído de rodillas y habría cedido a cada uno de sus caprichos. Pero ni siquiera me miró, ni siquiera una palabra. Fue un encuentro fugaz, un momento de pasión ardiente, pero que dejó un sabor agridulce en mi boca. Porque aunque fue increíblemente placentero, también fue vacío. Fue puramente carnal, desprovisto de la conexión más profunda que solíamos compartir.

Desde aquella primera noche en que la hice mía, sentí que había algo más entre nosotros, algo que iba más allá de lo físico. Pero en ese momento, éramos solo dos cuerpos necesitados, buscando un escape momentáneo a nuestras realidades. Y aunque el placer fue indiscutible, también me recordó lo complicado y confuso que es todo cuando se trata de ella.

—Dígame señor —entra Max sacándome de mis pensamientos.

—Buscala, y tráela para que mi hija pueda comer.

—Señor, no creo...

—¡Me importa una mierda lo que creas! Tráela, así tengas que amordazarla y arrastrarla aquí, hazlo, que mi hija no es un juguete que pueden desechar a su antojo, si ella quiere a su mami, a su mami tendrá, así guarda silencio y haz lo que te ordeno.

—Como demande señor.

Me levanto caminando a su habitación con una sensación de pesar que me carcome por dentro. No soporto el hecho de que Narel esté sufriendo, es algo que me duele hasta el alma y que despierta una fiera dentro de mí. Inhalo profundamente antes de entrar a su habitación, donde la encuentro acostada.

AnheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora