Capítulo 8

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Douglas-Alaska

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Douglas-Alaska

—¿Me amas?

—Con todo el corazón, eres mi mundo —responde mamá con una sonrisa, y ahí está, ese sentimiento en mi pecho que no sé muy bien cómo describir, pero sé que es importante. ¿Me entienden, verdad?

Sigo pensando en sus palabras, intentando entender esa cosa rara que siento mientras hablamos.

—¿Sigues ahí? —me pregunta, y asiento con entusiasmo.

—Sí, mami. ¿Cuándo regresas?

—El fin de semana, mi amor.

Suspiro, esperando que cumpla su promesa, porque eso es lo que hacen las personas, ¿verdad? Cumplir sus promesas.

—Debes cumplir tu promesa —le recuerdo, porque eso es importante, y no quiero que olvide su promesa.

—Lo sé, jamás le faltaría a una promesa que le hice a mi mundo —dice mamá con seguridad en su voz, y siento un calorcito en mi pecho de nuevo. Es como si sus palabras fueran un abrazo.

Inés, mi amiga y cuidadora, llega con mi abrigo, y sé que es hora de ir a la escuela. Pero antes de irme, quiero decirle algo a mamá.

—Ya me tengo que ir, dímelo —le pido, porque siempre me ha dicho que es importante decir adiós antes de irnos.

—Piwkenyeyu —me dice en ese tono suave y dulce que me hace sonreír.

—¡Inés! —la llamo— ¿Cómo se siente cuando te hormiguea el estómago?

Inés parpadea, un poco sorprendida por mi pregunta, pero luego su rostro se ilumina con una sonrisa.

—¿Emoción? —responde, y asiento emocionada, porque eso es lo que siento cuando mamá me habla, y sé que es algo muy especial.

Mi corazón late con felicidad mientras Inés y yo nos dirigimos hacia la escuela. Aunque aún no entiendo de todos esos sentimientos extraños, sé que son buenos, y que me hacen sentir conectada con las personas que amo.

Llegamos a la escuela de niños con un "enfoque único", según mi mami, no puedo llamarlos de cierta manera "Tontos" pero a veces parece que no hacen mucho para desmentir esa percepción. Suspiro ligeramente antes de entrar a lo que llamo mi "cárcel personal", aunque mami insiste en llamarlo colegio. No entiendo del todo su razonamiento, ¿por qué insiste en que conviva con estos niños? No logran comprender la mitad de lo que les digo, e incluso su manera peculiar de expresarse me causa... Me causa... ¡Ash!

—Diviértase señorita Narel. —me dice Inés.

—¡Narel! —gritan las niñas y niños de mi salón cuando entro, como si fuera la protagonista de un espectáculo de circo. Me hace sentir especial, aunque a veces pienso que no les enseñaron las reglas básicas de cortesía.

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