Los sentidos

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Despertó empapado en sudor con un grito ahogado muriendo en su garganta, buscó con las puntas de sus dedos el suelo de su habitación debido a la sensación de caer al vacío que se apoderaba de su cuerpo. Después de algunos segundos pudo comprobar que estaba en su cuarto, que era Ataru Moroboshi y que todo estaba bien, o al menos intentó convencerse de eso.

A pesar de ello, no pudo detener los escalofríos que subían de su espalda baja a sus omóplatos, tampoco pudo hacer nada ante la empequeñecida capacidad de sus pulmones para tomar aire, sintiendo cómo estos hacían un máximo esfuerzo por mantener sus cortas respiraciones. Se ahogaba, necesitaba más aire.

De pronto su cuarto le parecía pequeño, minúsculo, los objetos gigantescos robándole preciado oxígeno; a gatas y jadeante se trasladó hasta la ventana del pequeño balcón abriendo de un portazo que seguro pudo haber roto la ventana; esperaba sentir alivio con el aire fresco de la noche y al principio así fue, desafortunadamente, segundos apenas después, ahora el cielo le parecía enorme, amenazante, escalofriante.

Aún a gatas sobre el suelo del balcón la sensación de ahogo se alió con los violentos latidos de su corazón provocando que Ataru pusiera ambas manos sobre su pecho queriendo desesperadamente hacer algo por ayudar a sus órganos, conocía bastante sobre anotomía humana y sobre puntos de presión por lo que se dispuso a simplemente ejercer un suave tacto sobre las zonas complementando con algunos movimientos de sus dedos ejerciendo un leve masaje.

Lo que Ataru no conocía ni sabía era cómo controlar los efectos cognitivos del demoledor ataque de pánico que se encontraba viviendo, sus sentidos parecían agudizados en un 300% pero no de la manera en que a él le gustaría, no en la manera en que podía llegar a suceder en un impulso de adrenalina por conseguir algo que quería; en esos momentos en que era invencible.

Podía sentir, oler, escuchar y probar estímulos aversivos en cualquier punto que focalizara su atención; podía sentir el viento helado poniendo su piel de gallina, la tela corriente y rasposa del pijama que su madre había comprado en una barata para él. El espantoso olor de la sopa asquerosa que Cherry había preparado quizás horas atrás en el jardín de su casa lo hizo comenzar a dar arcadas sumado al sabor amargo que podía a sentir en su boca.

Sin poder hacer nada al respecto Ataru vomitó violentamente   sobre el suelo del balcón una cantidad sorprendente de bilis combinada con los alimentos que ingirió horas antes, provocándole aún más asco con poca probabilidad de contener el impulso por vaciar completamente su estómago.

Sus ojos llorosos le ardían, sus piernas temblaban, sentía que el esfuerzo físico le provocaría un infarto, afortunadamente, después de varios minutos su estómago cedió, quizás porque no tenía más que devolver; fue entonces en que pudo ponerse de pie con inconmensurable esfuerzo mientras su respiración volvía a la normalidad poco a poco.

"Hacía mucho que esto no pasaba" recordó Ataru sorprendido de su propia voz interna y confundido respecto a lo reflexionado. El fétido olor de su propio vómito lo comenzaba a marear por lo que rápidamente salió de su cuarto y bajó las escaleras para conseguir una cubeta con agua y jabón. Eran las tres de la mañana según el reloj del comedor, pasó de puntitas afuera de la recámara de sus padres sintiendo una bizarra sensación conocida que quiso ignorar.

Dejó que el agua y el jabón se llevara la suciedad no poniendo demasiada atención en ello mientras su cabeza empezaba otra vez a dolerle exigiendo responsabilidad de su parte "No puedo más" aceptó derrotado hacia sí mismo en su mente mientras con hastío botaba la cubeta por la ventana hacia el jardín, con suerte Cherry podría reutilizarla como olla en un futuro.

Ataru se sentó en la oscuridad después de años o lo que a él le parecieron años de haber dormido y tenido esos extraños ¿sueños? "Sabes perfectamente lo que son" indicó una pequeña voz en su mente. Ataru sintió un ardor desconocido en el interior de su nariz, una presión que llegaba hasta sus ojos y obligaba a sus lagrimales a tensarse produciendo llanto silencioso como resultado.

Afortunadamente, el haber vivido un ataque de pánico tan violento le permitía mantener cierta calma fisiológica en el actual momento, pero esto no quería decir que se sintiera particularmente bien, particularmente cuerdo. "¿Por qué preocuparse por estos sueños? ¿por qué preocuparse por algo en general?" una voz mucho más firme y clara argumentaba en contra de la nueva intención de Ataru que aunque muy débil, existía.

"Por ella" respondió en voz alta Ataru sintiendo que el sigilo de la noche le añadía una fuerza desconocida a sus palabras.

Por ella |URUSEI YATSURA| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora