La verdad de lo inefable

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El rey entró a la nave gigante en la que lo esperaba su familia y la terapeuta de su sobrino, que al ser una neptuniana tan poco acostumbrada al conflicto, cayó presa del desmayo casi desde un inicio del ataque; la mujer descansaba en una de las habitaciones junto a Oten, que eternamente dormido, no se había enterado de nada de lo sucedido. Por otra lado, en la sala del lugar, estaban Lum y Ataru sentados y callados mientras un robot médico curaba sus heridas.

-Querido- voló Leila hacia su esposo dándole un fuerte abrazo que fue correspondido.

Por su parte, Ten flotaba cercano a Ataru, mirando con asombro cómo la piel de su muslo era cocida sin ninguna anestesia de por medio, pensó que se estaba haciendo el fuerte, sin embargo, comprobó que un dolor mayor lo estaba aprisionando, podía notarlo ahora que conocía las semejanzas en su mente y comportamiento.

-Los capitanes, apoyados de sus soldados, están registrando el palacio de pies a cabeza, no regresaremos hasta tener el buen visto de cada uno de ellos, si al menos uno tiene una duda considerable, nos mantendremos aquí el tiempo necesario.

Todos asintieron en silencio, aún conmocionados por lo sucedido, el rey Oki buscó a Ataru con la mirada, siendo aquel en el cual encontraba con frecuencia eco de su fortaleza que en estos momentos, también flaqueaba, especialmente porque en las palabras de Benten reconocía un peligro inminente, por la razón que fuera: traición o control, los enemigos sabían información secreta.

El hombre se sentó frente a los presentes, pensando en qué decir, especialmente para romper con esa atmósfera de pesimismo que los rodeaba, afortunadamente, su esposa que había tenido suficiente susto con este intento, retomaba su personalidad verdadera en vez del bulto de depresión en el que se había convertido.

-Los enemigos no pudieron lograr su objetivo- recordó- hemos vencido

-A costa de la vida de Uno- susurró Lum sin tener ni siquiera un contacto físico con Ataru, siendo entendido por el rey como algo alarmante, sabiendo que sus hija siempre quería tener al menos su mano unida a la del hombre.

-Hija- empezó- lamentamos la pérdida de Uno, yo estoy más que afectado, él era mi amigo-hizo una pausa- pero todos los presentes en este palacio, sabían el peligro al que se estaban enfrentando, no obligamos a nadie a acuerparnos.

Lum sabía que esto era cierto, había sido educada para ser una princesa, la próxima reina que gobernaría, entendía a la perfección la importancia de lo que su padre decía, no era Benten entrando en berrinche por no comprender las estructuras y jerarquías de las posiciones de poder. No obstante, era la primera vez que alguien moría en sus brazos.

-Tío- intervino Ten- ¿Uno tiene hijos?

-No- respondió reconociendo el miedo de su sobrino

El rey miró al niño tranquilizarse mientras también tomaba asiento, uniéndose al mutismo de Lum y Ataru.

-Escuchen- habló intentando captar la atención de todos- no podemos flaquear en este momento tan decisivo- de nuevo, intentó buscar a su yerno con la mirada.

Ataru estaba absorto en la aguja que entraba y salía de su piel, viviendo de nueva cuenta aquel paso momentáneo por el túnel del final de su existencia, echando un nuevo vistazo a la representación de su vida, ahora interpretada por actores de primer nivel, con vestuario y utilería adecuada. Sintió que pudo esta vez, llegar al final del camino, no obstante, se detuvo al recordar a la protagonista de la obra mental que veía en su mente.

Era interpretada por una hermosa actriz de Hollywood con el cabello tinturado de rosa eléctrico que no podía igualar su brillo, sus lentes de contacto ámbar no lograba conseguir ese efecto de oro derretido, sus cuernos de plástico no se asemejaban a los naturales. Ataru contempló mudo a aquella artista que llamaba a su compañero de escena con el famoso "Darling".

Por ella |URUSEI YATSURA| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora