Cuando Nari conoce al nuevo estudiante de la Academia Decelis no hay momento en que pueda parar de pensar en su lindo rostro. Desde entonces, solo tiene una pregunta en la cabeza: ¿Es amor?
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Park Sunghoon es un joven estudiante de familia acau...
❛ La sonrisa que me hace decir que me gustas más y más está brillando frente a mis ojos. ❜
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Bora me veía directamente a los ojos, con una expresión que solo pude describir como aquella que los personajes de una película ponían cuando finalmente se encontraban al fantasma que les había estado acechando. Tenía en sus manos uno de los volantes de color anaranjado que se habían repartido por la academia durante el receso.
—Byun Nari, ¡¿Tú sabías de esto?!
Asentí. Ante mi respuesta, ella abrió la boca con bastante impresión. Llevó también una de sus manos al lado izquierdo de su pecho, y se quejó como si sufriera de un ataque al corazón.
—Ah, no puede ser. —soltó. —¡Ahora tengo que conseguir dos disfraces!
El rastro de una sonrisa comenzó a surgir en mi boca debido a sus bromas. Agradecía que Heejin había ido al frente del aula para hablar con el profesor por un momento, ya que sabía no lograría soportar el dramatismo que yo presenciaba. Miré hacia abajo, a mi regazo, donde mis manos se habían aferrado a una parte de mi falda por la risa.
—Entonces, ¿qué ideas tienes? —le pregunté.
Bora terminó de girar su cuerpo hacia atrás, y dejó el volante sobre nuestro escritorio. Estaba un poco arrugado, producto de la manera en que lo había sostenido por un largo tiempo mientras examinó cada parte de la información que mostraba.
—Ninguna. —confesó desganada.
Mis cejas se levantaron al instante. Realmente creía que Bora sería la primera en tener en claro el disfraz que usaría tan pronto se anunciara la fiesta, pero ahora me daba cuenta de que me había equivocado.
—¿Y tú ya pensaste en algo, Nari? Ya sabes, teniendo en cuenta eso de que lo sabías mucho antes que todos.
Negué, un poco divertida. Decir que había pensado en lo que yo me pondría para cualquiera de los dos eventos que se aproximaban sería una mentira, porque en realidad, desde el viernes, no había hecho más que dudar y arrepentirme sobre dejar aquella nota.
El lunes finalmente había llegado, y con él, mi corazón no dejó de martillear contra mi pecho. Después de depositar aquel pedazo de papel en el casillero de Niki huí cobardemente hasta mi habitación, como si el rubio fuese a encontrarla ese mismo día. Por ese motivo no había tenido la oportunidad de procesar que en verdad me atreví a hacerlo, así que no lograba terminar de creérmelo.
Conforme el fin de semana pasó intenté mantener a mi cabeza ocupada, buscando más cosas, y a la vez menos, en las que poder centrarme: No quería pensar que fue un error.
