Cuando Nari conoce al nuevo estudiante de la Academia Decelis no hay momento en que pueda parar de pensar en su lindo rostro. Desde entonces, solo tiene una pregunta en la cabeza: ¿Es amor?
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Park Sunghoon es un joven estudiante de familia acau...
❛ Puede que sea un pensamiento infantil, puede que sea sólo una ilusión. ❜
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Al darme la vuelta, solo pude ver la parte trasera de la cabeza de Niki mientras se levantaba del asiento.
Mis pensamientos se volcaron instantáneamente hacia la idea de ofrecerle ayuda, pero aquella sensación pegajosa se aferraba a cada músculo de mi cuerpo, como una barrera.
Cuando finalmente se puso de pie, su rostro permaneció fuera de mi vista. La distancia entre nosotros se sentía abrumadora, como si el espacio entre las butacas se hubiera reducido. En ese instante, el silencio pesaba más que nunca, y mi corazón latía con una evidente sensación de tristeza y desconcierto.
Las lágrimas continuaban su descenso por mi rostro, y cada vez que alcanzaban la herida bajo mi ojo izquierdo, un agudo ardor se manifestaba. Así, la idea de cómo me vería en ese momento, con la tristeza marcada en mi rostro, era insoportable. Enfrentar la posibilidad de ser vista en esa fragilidad era algo que mi mente no podía asimilar. No podía ni siquiera pensarlo.
Desesperada por escapar de toda esa confusión en el cuarto, me preparé para golpear la puerta una vez más. Giré mi cabeza y alargué la mano con un temblor perceptible, rozando la fría superficie. Sin embargo, antes de que pudiera impactar la puerta, esta se abrió.
Me encontré con Jongseong detrás, cuyos ojos reflejaron sorpresa y dudas. Su presencia, inesperada pero reconfortante, me sumergió en un alivio momentáneo.
La habitación se llenó con un silencio incómodo, interrumpido solo por el eco de mi respiración entrecortada. No necesité decir nada; mi expresión y evidente estado físico le dijeron que algo había ocurrido.
—¿Estás bien? —preguntó, con urgencia en su voz.
A pesar de que mis labios temblaban con la necesidad de contar todo, me limité a asentir débilmente, incapaz de articular las palabras que describirían la extraña y desagradable secuencia de eventos.
—Pero, Nari... tu cara.
La mirada de Jongseong se desvió hacia Niki, quien permanecía en un incómodo silencio en alguna parte de la habitación. Con la preocupación pintada en su rostro, el pelinegro lo examinó por un segundo antes de volver la atención hacia mí.
—¿Qué te hizo?
Sentí un nudo en la garganta ante la pregunta directa.
—Nada... Solo hablamos. —mi respuesta fue un susurro apenas audible.
