Capítulo 43: La casa Schwartz

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El sol de noviembre al mediodía pegaba fuerte y por la calle no había mucha sombra para resguardarse, aun así, continué caminando por la soleada vereda rumbo a una casa que jamás pensé que visitaría, porque nunca imaginé que me acercaría a esta chica:

Milagros Schwartz.

La rubia con la que había tenido tantos conflictos ahora era una aliada que había sido de gran ayuda en esto de llevar a Natalie a nuestra fiesta de egresados.

Y por eso veníamos caminando con ella y Pilar hacia su casa. Me sentía sapo de otro pozo cuando hablaban de cosas que solo ellas entendían, porque yo mucho en común no tenía con ninguna. Sin embargo, aunque habíamos logrado unirnos por Nati, y con el tiempo habíamos descubierto que nos agradábamos, en especial con Pilar, ya que con Milagros comenzamos a hablarnos hace unos pocos días.

Yo la había perdonado por todo lo que hizo y eso la volvió a acercar a Pilar, por ese motivo la morocha estaba tan contenta porque por fin podía chusmear con su amiga de toda la vida. Las dos caminaban rápido, casi dando los mismos pasos a la vez, por eso yo las seguí de atrás un poco cansada y acalorada por el sol. Y es que había sido tan inteligente, que sabiendo cómo pegaba en esta época, se me había ocurrido ponerme una remera y pantalones de color negro.

«¡Ay! ¡Qué sed!»

Al mediodía el centro del pueblo era un poco más concurrido, pero ya al alejarse un poco las cosas se tranquilizaban, por eso esperamos a que pasara el único auto que transitaba por la calle y cruzamos. Las casas en esta zona eran antiguas y muy chetas, porque todas tenían más de un piso, lindos ventanales y garajes con autos de lujo. En la mayoría vivían personas que tenían campos y negocios en las cercanías del pueblo o eran personas con plata que venían escapando de las ciudades buscando tranquilidad en esta localidad.

La familia de Mili tenía campos y negocios en el pueblo desde hace muchos años, ellos eran de acá, por eso mis padres conocían bien a Hugo, el papá de la rubia, desde que eran jóvenes. Ellos eran gente adinerada y se notaba por la casa enorme que tenían, que era de dos pisos, con una fachada de ladrillos con algunas enredaderas bien cuidadas y rejas altas.

Cuando llegamos, Mili abrió la puerta de madera gruesa barnizada y fuimos recibidas por Laura, una de sus hermanas que con una gran sonrisa nos dio la bienvenida a su lujosa morada con paredes blancas e inmaculadas que resaltaban la decoración.

—¡Las estaba esperando! —dijo y caminó escaleras arriba—. Pasen chicas, dejen las mochilas si quieren.

Pilar dejó sus cosas sobre el sillón y luego siguió a las hermanas escaleras arriba, al ser tan amigas con Mili, de seguro había venido tantas veces a la casa que se sentía como parte de la familia. Para mí, que era la primera vez, me resultaba intimidante estar rodeada de tantos lujos como el televisor plano que estaba frente a los sillones gordos y suaves o el aire acondicionado que refrescaba toda la casa.

Me di cuenta de que solo el living tenía el tamaño de todo mi departamento. ¡Era una locura!

En las paredes había retratos de la familia de Milagros, desde sus abuelos en los años del ñaupa hasta fotos de ella con sus padres y hermanas. Seguramente la casa guardaba un montón de secretos e historias de los Schwartz.

Dejé de mirar todo cómo boluda y seguí por las escaleras con prisa detrás de las amigas que ya estaban casi en el segundo piso.

—Además de estos de Lau, también tengo de Ana y Rosario. —Mili iba hablando de sus hermanas. Yo no las conocía a todas, apenas las vi en esas fotos—. Están hermosos, si no me hubiera comprado el mío hasta podría usar uno de esos.

Aquel último año - Wattys 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora