54 - Alejandro Garnacho.

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PROHIBIDO

Habías llegado a Argentina, pero no por decisión propia.

— apenas lleguemos, te vas a quedar encerrada hasta que yo lo diga ¿me escuchaste? —Lionel se acercó a mi oído mientras caminábamos hacia la salida del aeropuerto, de forma incógnita y con seguridad.

— no sos mi papá —te alejaste de él.

— soy tu hermano mayor y desde que quisiste vivir conmigo aceptaste mi cuidado y para tu información nuestros viejos no tienen problema con que yo decida sobre tu vida —te tomó del brazo y tiraste de este para soltarte.

— amor... no la trates así, ella solo... —Antonella tomó tu mano mostrándote el apoyo que necesitabas en ese momento.

Las lagrimas comenzaron a rodar por tus mejillas y te pusiste tus anteojos para tapar el rastro de ellas.

— No, amor, vos no entendes —Lionel le hizo carita de perro mojado.

— deja Anto, diga lo que diga no le voy a hacer caso —le sonreíste a tu cuñada.

— ¿ves? Es una maleducada esta pendeja —Lionel estalló y vos te apresuraste a salir de ahí.

Tus sobrinos no emitían ninguna palabra. La situación estaba muy tensa y jamás habían visto a su papá de tan mal humor.

•••

Al llegar a la casa, Lionel te sacó el teléfono de un arrebato.

— ¡Lionel! —forcejeaste con él pero fue en vano. Nunca te había gritado, ni ejercido fuerza física, siempre se quedaba quieto ignorándote, pero eso no quitaba de que fuese fácil recuperar aquel teléfono de su poder.

— Basta. Haceme caso y anda a tu pieza —dijo sin mirarte.

— ¿sabes que no estamos peleando por el teléfono, no?

Te rendiste. Pues lo que más te dolía era la poca confianza que él te tenía.

— vos sola estás peleando, yo no tengo ningún problema —seguía sin hacer contacto visual con vos. Pasó por tu lado y se dirigió a la cocina.

Lo seguiste.

— Lionel... —comenzaste.

Finalmente él te miró y te señaló a través de la mesada que los dividía.
Su mirada estaba seria, pero había una mueca de ¿miedo? en su rostro. Aquello te alarmó.

— no empieces. No quiero escucharte. Sos igual que papá: vas a venir con algún cuento bien fabricado que cualquiera podría creerte, pero yo no, desde ya te digo —determinó.

— no se como te enteraste pero yo te lo iba a decir todo cuando esté segura de que era algo estable —intentaste acercarte pero él se alejó.

— ¿estable? ¿Con un pendejito que no sabe que quiere? ¿Que apenas está comenzando la vida adulta? ¿Vos te escuchas lo que estás diciendo? —se señaló la sien con el ceño fruncido.

— ¡tengo 22! También soy joven —protestaste.

— ¡pero él tiene 19, Tn! La puta madre podrías haber elegido a cualquier otro, no es normal—levantó las manos exclamando.

— ¿y que tiene? No hay tanta diferencia o ¿que? ¿Estaba bien si era al revés? ¿Una chica de 19 y un pibe de 22? Eso para vos ¿si es normal? —frunciste el ceño.

Lionel se tomó la frente y tomó aire, haciendo una cuenta mental para calmarse.

— amor... no le veo el problema. Desde que te enteraste la estás tratando mal, ellos solo se están conociendo, deberías confiar un poquito en ella —Antonella se acercó acariciando la espalda de su esposo y te regalo una sonrisa, la cual correspondiste.

One Shots - ScalonetaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora