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Lena


Todo mi dormitorio está rodeado de flores de Lis, junto a otras flores, incluso el suelo, mis pies no dejan de tocar pétalos a casa rato. Me agaché y cojo una flor para olerla, es increíble que siempre consiga hacerme despertar con una sonrisa, incluso si él no está conmigo.

Estrecho más mis ojos en los pétalos, todos ellos tienen escritos te amo, absolutamente todos. No quiero ni pensar en la cantidad de tiempo que ha gastado en hacer todo eso, pero me ha hecho la más feliz del mundo por toda la semana.

Al pasar al baño curvo mis labios en una sonrisa al encontrar más pétalos, pienso en darme un baño aprovechando el aroma de las plantas que hay, y al estar dentro de la bañera y cerrar los ojos vuelvo a tener sus ojos y su sonrisa en mi cabeza. Tenerlo ahí siempre me da una sensación de tranquilidad y protección, la misma que me ayuda a caer profundamente dormida por las noches.

Me incorporo de un sobresalto al escuchar los aporreos de la puerta del dormitorio. Luego me levanto con pereza para secarme y vestirme con rapidez tratando de ignorar el leve dolor de cabeza.

—¿Qué hay? —le digo a Jason mientras me seco el pelo.

Él entra a la habitación como si nada ignorando las nuevas decoraciones. Todos parecen estar ya acostumbrados a sus excéntricos regalos menos yo.

—¿Qué vas a traer para la fogata de esta noche? Yo voy a llevar porros y lasaña. Lo digo para que luego no me copies. —sus palabras engreídas me sacan una sonrisa burlona.

—No sé ni de qué fogata hablas.

—La que hacemos todos los años el cuatro de julio. ¿Cuál más?

—Ah, esa. Pues no sé.

—Esta vez vendrán mis amigos, así que ni se te ocurra traer esas galletas de corcho que haces. Están bien malas.

—¡Eh! Mis galletas de avena son sanas y deliciosas. —hablo con una indignación fingida.

—Ya, no se las come ni el gato de la vecina que lleva muerto de hambre desde el año pasado. —quiero sonreír, pero no le daré el gusto de admitir que no son tan buenas.

Cuando se va estoy leyendo el nuevo poemario que me ha escrito. Suelto un suspiro mirando a través de la ventana.

Él es demasiado para mí y yo no sé cómo demostrarle lo mucho que lo quiero, lo quiero incluso más que a mí misma. Y siempre que trato de demostrárselo él va mil pasos más allá.

No he dejado de ver el móvil de vez en cuando para ver si ha respondido a algunos de mis mensajes. Estoy ansiosa por hablar con él, escucharlo, y eso no es bueno porque me terminará por enloquecer hasta la médula, si no lo estoy ya. Así que bajo a la cocina con el plan de hacer un bizcocho de yogur y limón que llevaré a la fogata.

Cuando está un buen rato metido en el horno mi padre entra, frunciendo la nariz levemente.

—¿Qué se quemó? —le doy un golpe en el hombro divertida.

—Nada, lo acabo de meter papá. —él suelta una risotada. Me alegra verlo feliz otra vez, tal vez solo tuvo una discusión con mi madre.

—Esperemos que el resultado no sea un trozo de carbón como la última vez. —hago un mohín con los labios.

—Gracias por el voto de confianza.
—hablo irónica, sacándole una ancha sonrisa.

—Sabes que te quiero, pero la cocina no es lo tuyo. —suspiro con una decepción fingida.

—Supongo que será por mis genes de parte de padre. Oí que tampoco se le daba muy bien. —suelto una carcajada al ver su expresión indignada.

—Mejor me voy, no pienso seguir aguantando estos ataques gratuitos.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora