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Lena

Era de esperarse que me doliera el cuerpo, pero joder, me dolía hasta lo que no sabía que tenía. Aún así decidí levantarme lo más pronto posible para comer algo, estaba realmente hambrienta. Después pensaría en alguna forma de comunicarme con mis padres. Necesitaba saber si estaban bien.

Luego de lo de ayer, mi tristeza se había suplantado por una sed de venganza, así que seguiría con mi plan de hacerlo arder de los celos. Quería darle un poco de su propia medicina. Por eso, esta mañana me arreglé más de lo que hubiera hecho normalmente al bajar a la cocina un día cualquiera.

Él no estaba en el dormitorio, pero supe que estaba en la casa porque de no ser así me hubiera amarrado otra vez a la cama como quien amarra a un perro en el patio de su casa. No sé cuándo había traído mi ropa, incluyendo algunos conjuntos que usaba al quedarme en casa el día entero. Cogí el que más se me ciñera al cuerpo queriendo remarcar las curvas de mi trasero que aún seguía adolorido.

Tuve demasiado cuidado al ponerle la ropa para no rozar los moratones y cortes de mi piel. Luego sonreí por dentro mientras me desenredaba el pelo, pensando en la cara que pondría al verme hablando con uno de los tantos hombres que seguramente se pondrían a babear.

Y no porque fuera una diosa del Olimpo, sino porque la mayoría de hombres que tenían este tipos de trabajos eran unos salvajes que se dejaban llevar por sus instintos más bajos, así que si veían a una chica mínimamente atractiva se lanzarían a ella para devorarla, y más si esa chica llevaba prendas reveladoras.

Sabía que me estaba arriesgando de más, sobre todo por lo violento que sé que se iba a poner, pero confiaba en que al menos no sería capaz de matarme, y si lo hacía me haría un favor.

Bajé las escaleras con pasos lentos. Junté las cejas confusas al ver que todos los guardias hacían un esfuerzo por no mirarme, como si aquello se les hubiera prohibido.

Casi refunfuñando caminé hasta la cocina, donde me encontré a una chica no muy agradable. Ella también se encargaba de limpiar la planta en la que se encontraba la habitación que usaba para dormir, y cada vez que me miraba lo hacía con aires de superioridad y malos ojos.

—Buenos días. —hablé con una sonrisa falsa que por supuesto no fue recíproca.

Después me senté en un taburete de la isla. No sabía que me apetecía comer y la manzana frente a mi era mi opción más segura. Me acerqué al lavabo esperando a que se quitara para poder usarlo yo.

—Disculpa, ¿Me dejas? —cuestioné sin un ápice de amabilidad, ella estaba tardando más de la cuenta a propósito.

—Por supuesto. —respondió en el mismo tono que yo antes de empezar a sacudir sus manos salpicándome con las gotas de agua.

Apreté los dientes ignorando aquello, sabiendo que algún día explotaría y se las devolvería todas.

Suka¹. —susurré al aire dándole un mordisco a la manzana. Esa era una de las pocas palabras que había aprendido.

Desvié la mirada de la ventana a la puerta al escuchar unos pasos a mis espaldas, pensé que era él, pero no era más que otro de sus soldados o lo que sea que fueran.

Fue hasta la nevera y sacó una botella de agua que absorbió en segundos. Pensé que no me había visto hasta que su mirada se clavó en mi, bueno, más bien en mis pechos.

—¿Te has perdido, muñeca? —no sé que me sorprendió más, si el hecho de que se haya fijado en mí o su forma de hablarme.

Y claro que no pensaba dejar pasar esta oportunidad. Él no estaba aquí, pero sabía de antemano que tenía cámaras por toda la casa y que posiblemente me tuviera vigilada las veinticuatro horas del día.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora