💚 Libro 1 de la bilogía Perversos.
Lena ha anhelado durante mucho tiempo captar la atención de ese chico de ojos azules que ha estado presente en sus sueños de manera incesante.
Lo que nunca imaginó es que compartían un pasado, y que ese pasado es...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo primero que vi al despertar fueron unas ¿Nubes? Sobre el cielo ahora anaranjado, indicando que estaba a punto de anochecer. ¿Dónde estaba? Sentí un escalofrío al encontrarme con sus ojos. No parecía molesto por lo de antes, al menos es lo que aparentaba por fuera.
Bajé la mirada a mis manos y pies. Estaba atada con una cuerda. Fue entonces cuando los recuerdos me golpearon haciendo que volviera a la realidad.
—¿Me estás secuestrando? —susurré entre dientes haciendo que el sonriera.
Idiota.
—No. No te estoy obligando a nada.
—Nunca dije que quería venir contigo, ¡Me drogaste! —repliqué removiéndome en su regazo.
Estar así es lo que menos necesitaba ahora mismo.
—Lo dices porque estás enfadada.
—Lo digo porque es la verdad. Suéltame. —mascullé con una mirada furiosa.
No sé lo que él entendió por eso, porque después de eso me acercó más a su pecho, pegando sus labios en mi frente. Por más que intentaba alejarme no podía, era como una jodida lapa.
—¡Te digo que me sueltes! —chillé sin importarme que hubiera gente en los otros sillones.
El hecho de que quisiera actuar como si nada hubiera pasado me hacía rozar la histeria mucho más que lo hacía el haberme dado cuenta de que he sido una cornuda durante quién sabe cuánto tiempo.
Cuanto más intentaba escapar más me aprisionaba él a su pecho desnudo, ¿Por qué estaba sin camiseta?¿Lo hacía para joderme aún más? Lo odiaba. Lo detestaba.
—Mierda. Que alguien la duerma otra vez. —habló Sergey somnoliento en el asiento detrás nuestro.
Mi respiración se volvió fatigosa. Estaba malditamente alterada, pero no pensaba darles el gusto de que tuvieran un viaje tranquilo.
Comencé a gritar por auxilio hasta que su mano se interpuso en mi boca.
—Si no te callas te tendré que drogar otra vez, ¿Eso quieres? —masculló en una amenaza seca, apartando su mano después.
—Quiero que desaparezcas y me dejes en paz. Te recuerdo que ya no somos nada. —volvió a sonreír, esta vez irónico.
—¿Cuántas veces tengo que repetirte que lo somos todo para que te quede claro de una jodida vez? —se acercó aún más, susurrando sobre mis labios.
—¡No lo somos! No soy nada tuyo, Alekei. —respondí apretando los dientes entre si.
—La cicatriz de tu pierna dice lo contrario, lyubov'. —murmuro rozando la punta de su nariz en la curvatura de mi cuello.
Mis ojos pronto comenzaron a llenarse de lágrimas quitándome las ganas que tenía momentos atrás de luchar. Era en vano, no conseguiría otra cosa que hacerme mas daño.