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Lena


Con mis dedos temblorosos pulsé el vídeo para reproducirlo. Él caminó hasta ella con una sonrisa ladina que no podía ver por la venda de sus ojos, luego se acercó a su oído para susurrarle algo y volvió a alejarse para quitarse la camiseta. Sabía lo que iba a pasar después, pero aún así, con las lágrimas nublando mi visión, seguí viéndolo.

Cuando dejó la camiseta en el suelo y acercó la cara a sus labios no pude soportarlo más y apagué la pantalla antes de romper a llorar. Llevé una mano a mi boca en el intento de aminorar mis sollozos a la vez que con la otra me sujetaba el pecho, como si con eso el dolor que me cortaba la respiración fuera a irse.

En mi cabeza no dejaban de repetirse las imágenes de él estando a punto de besarla como si se tratara de un disco rallado. Hubo un puto en el que me empezó a fallar la respiración y tuve que tumbarme en la cama para relajarme un poco, pero no podía dejar de llorar ni siquiera por el dolor de cabeza que se me estaba formando.

Ahora entendía porque se iba temprano por la mañana y regresaba a altas horas de la noche. Él estaba todo el día con ella, dándole un amor que se supone me pertenecía a mí, pero yo solo recibía las sobras como el segundo plato que era. Con eso en la cabeza doblé mis rodillas y me acurruqué en la curvatura que habían dejado hasta quedarme dormida una vez más.

Me extrañó que para cuando me despertase todavía siguiera siendo de día. Al mirar la hora en el reloj que había colgando en la pared este marcaba las diez de la mañana, lo cual quiere decir que había dormido hasta el día siguiente. Como era de esperar él no estaba, y por lo bien acomodado que estaba el otro lado de la cama dudaba mucho que hubiera pasado la noche aquí.

Intenté levantarme para hacer algo pero esa pesadez en el pecho lo evitó haciendo que volviera a acurrucarme en la cama. Ya ni siquiera sentía rabia, había sido sustituída por una tristeza profunda, una que te sumergía en un abismo oscuro y sin salida.

No sé cuántos minutos más pasaron hasta que la puerta se abrió, y a pesar de estar de espaldas supe que era él.

—Has dormido mucho. —señaló al estar frente a mí.

Cerré los ojos al tenerlo cerca, no quería verlo.

—¿Te encuentras mal? —mis labios temblaron reteniendo el llanto al sentir sus dedos en mi frente. —Lena.

Él se agachó estando ahora cara a cara conmigo.

—Dime qué te pasa. ¿Estás enferma?¿Te duele algo? —su voz era bastante suave y cautelosa mientras sus dedos fueron a mi mejilla dando lentas caricias.

Mis músculos adormecidos no me dejaban responder y el dolor de cabeza apenas me dejaba respirar con normalidad. Además de eso mi mente estaba ida, como si yo realmente no estuviera aquí con él y estuviera en otro lado.

Él terminó por alejarse al recibir una llamada.

Antes de irse dejó un casto beso en mi frente y yo me quedé un rato más tumbada en la cama, queriendo dormir otra vez para desaparecer aunque sea unos minutos y dejar de pensar.

Nunca ocurrió y el cosquilleo que se había quedado en mi frente me revolvía el estómago. Al principio pensé que no era nada hasta que me dió una fuerte arcada que me hizo ir al baño con urgencia. No comí nada desde ayer en el almuerzo así que no eché nada de comida en el váter, solo un líquido amarillento.

Al levantar la cabeza una idea se implantó en mi cabeza. No era la mejor de todas pero si me ayudaría a dormir un rato.

Rebusqué en los armarios colgantes de la pared hasta encontrar un bote de pastillas. No me molesté en ver qué tipo de medicación era o qué consecuencias tenía si la tomabas en exceso, simplemente cogí un par de puñados y me las tragué con ayuda del agua del grifo.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora