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Lena

—¿Qué te dijo? —Grace, a mi izquierda del sofá se queda mirándome fijamente pensando en algo hasta que responde.

—Me obligó a pedirle disculpas al tonto de Sergio. —trato en vano de reprimir una sonrisa ante su irritada expresión.

—Se la debías.

—En parte tu también fuiste cómplice. Además, él me robó y me humilló delante de todos.

—Y tu lo intentaste matar.

Ella chasquea la lengua desviando la mirada a la pantalla de la televisión, donde el programa Keeping Up With The Kardashians pasa a ser un segundo plano.

—Como sea. —responde con desdén.

—No es muy malo. Solo es algo desagradable a veces. —digo después al acabar el capítulo.

—Es más desagradable que una clase de Klingon un viernes por la tarde. —suelto una carcajada.

—No harás nada, ¿Cierto? —murmuro elevando las cejas. Ella niega con la cabeza varias veces.

—Es mejor dejarlo estar. —responde moviendo los hombros estrechando sus ojos en algo de mi cama, sigo su mirada hasta la tarjeta bancaria y las llaves.

—¿Eso es una American Express Black? —asiento muy despacio desviando la mirada hasta mis uñas.

—¡Joder chica! —exclama con una sonrisa ladina. Al darse cuenta de mi silencio su expresión cambia a una más seria. —¿No pensaras devolvérsela?

—No sé que se supone que tenga que hacer con eso.

—¡Pues gastarlo!¿Qué otra cosa se puede hacer? —revisa el trozo de plástico entre sus dedos. —Me imagino que traerá dinero, ¿no?

—Supongo. —respondo en un bajo susurro. Ella me da una mirada con la cabeza ladeada.

—¿A qué viene esa cara? Tu novio Míster Billetes Dedos Mágicos te acaba de dar una de las tarjetas más importantes que hay. —responde moviendo la tarjeta con una sonrisa burlesca.

Suelto un largo suspiro y la miro jugando con mis dedos hasta que decido hablar.

—Él me ofreció vivir juntos. Dos veces. Y me dio las llaves de su casa. O casas. No lo sé.

No pienso contarle lo del otro día, aunque eso sea lo que realmente me desconcierta. Me cuesta asimilar la situación, mi repentina poca sensibilización con ella para ser exactas.

—Ni flash es tan rápido. —musita atónita para ella misma antes de acomodarse entre los cojines. —¿Y qué piensas hacer?

—No lo sé. Es un paso muy grande.

—Si que lo es. Y con lo que folláis no creo que dude mucho en preñarte. Sois como conejos en celo. —suelta con una risotada haciendo que mis mejillas se tornen rojas.

—Para eso están los anticonceptivos. —musito con una rojez en la cara.


Alekei


Mis ojos se estrecharon analizando los números de diez cifras que contenían los papeles frente a mí.

—Supongo que tendremos que buscar otro contable antes de que crezca toda esta mierda. —murmuró Denis desviando su mirada a la ventana.

—Supones bien. —respondí moviendo el piercing de mi lengua.

Después la puerta se abrió en un brusco movimiento dejando ver a mi padre con una mirada de pocos amigos.

Despiadado Y Cruel [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora